(Por Christian Skrilec)
La semana pasada se produjo una nutrida protesta de vecinos afectados por las inundaciones a las puertas del Municipio. No hay dudas que el reclamo estaba justificado, pero tampoco hay dudas que organizaciones políticas y sociales lo potenciaron. Nada hay que objetar sobre ello, sólo anotar dos puntos clave sobre el tema: 1 – La oposición peronista-kirchnerista tendrá una actitud más combativa a medida que se acerquen las elecciones. 2 – Algunos de los cambios de gabinete efectuados por el Intendente Molina marcaron la diferencia.
Respecto a la actitud de los opositores, era esperable que en algún momento empezaran a mostrar los dientes. La fragmentación de la oposición le permitió al oficialismo transitar tres años sin zozobras políticas de entidad. Ni siquiera la ajustada victoria del 2017 logró incomodarlos. Es más, vale recordar que las únicas denuncias penales que pueden inquietar al oficialismo fueron presentadas por otra integrante de Cambiemos, la abogada Mónica Frade, quien responde a la diputada nacional Elisa Carrió. En los próximos meses, la gestión Molina deberá ejercitar sus reflejos políticos para enfrentar a una oposición distinta, que está convencida que en apenas un año volverá a gobernar Quilmes.
Por otra parte, la cara positiva del reclamo fue la forma distinta de encararlo. No se ignoró ni se subestimó la protesta como en otros casos, si no que se mantuvo un encuentro con los referentes del reclamo para intentar llegar a un acuerdo. Los protagonistas de la reunión, además del coordinador general de Gobierno Diego Buffone (el único que venía poniendo la cara por el gobierno en estos casos), estaban presentes la secretaria de Gobierno María Ángeles Sotolano y el presidente del Concejo Deliberante Juan Bernasconi. Es posible que el gobierno haya entendido que lo primero que quiere alguien que tiene una demanda o un reclamo, es que lo escuchen. Y si el que lo escucha es alguien que el cargo o el nombre le permite imaginar alguna solución, mejor todavía.
Es muy difícil saber que motiva al Intendente Martiniano Molina a sustituir funcionarios, cambiar políticas o modificar actitudes de gestión. Desde el comienzo se observó que este gobierno no responde a la lógica política ni a la evidencia cotidiana. Sí sabemos que los cambios actuales y los que se avecinan, responden a la necesidad de subsistir. Molina sabe que su reelección está en riesgo.
Pero para continuar con el tema de los cambios, me permito una digresión: hace un par de años, integrantes de la gestión muy ligados a los Molina, mencionaban que el Intendente y la mesa decisoria del gobierno sufría de un mal denominado “fenomenización”. Esa enfermedad, la fenomenización, podría describirse del siguiente modo: el intendente o su entorno conocen a un personaje que se presenta con determinadas capacidades e ideas para llevar adelante, el gobierno le cree y rápidamente lo categoriza como un “fenómeno” para el puesto. Semanas más tarde, se descubre que el personaje devenido en funcionario no era tan capaz como se creía y sus ideas eran mucho menos vigorosas de lo que se pensaba. Tiempo después, aquellos que lo impulsaron y/o lo designaron para el cargo, descubren que el personaje es un inútil al que no saben cómo sacarse de encima.
El ejemplo más reciente y doloroso de “fenomenización”, es el ex titular de la Agencia de Fiscalización y Control Comunal Miguel Del Castillo, y su nutrida troupe de inoperantes. Pero a ese nombre que sobresale por su inexplicable y grotesco paso por la función pública en Quilmes, a lo largo de tres años, pueden sumarse casi un centenar de nombres más o menos ridículos.
Así como el ex intendente Francisco Gutiérrez ostenta el penoso record de haber aumentado la planta municipal de manera ineficaz e innecesaria; Molina, por su parte, rompió todos los records en cuanto a las designaciones de personal jerárquico. Pasados tres cuartos de gestión, es sorprendente abrir gacetillas de información municipal y descubrir la existencia de un Director de “nadas” o un Subsecretario de “tonteras” o un Coordinador General de “ineficiencias”, todos ellos con sueldos que oscilan entre los 45 y 90 mil pesos. Para los futuros cambios, esperemos que la “fenomenización” haya pasado.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 912 del semanario “El Suburbano”.