(Por Christian Skrilec)
Mientras sufrimos la turbulencia, o atravesamos el desierto, o pasamos el invierno, o cualquier otra metáfora que usamos para referirnos a una crisis económica que se repite cíclicamente desde hace cincuenta años. Mientras nos obnubilamos con el Mundial, con la pelota, con Messi y compañía. Mientras un día aplasta al siguiente en la agenda mediática, no ponderamos con exactitud el volumen que puede alcanzar la actualidad del movimiento feminista.
Es verdad que el feminismo también tiene una militancia de décadas en la argentina, pero el punto de quiebre que se logró la semana pasada con la aprobación de la media sanción de la Ley del Aborto en la Cámara de Diputados, más que su momento de gloria, puede convertirse en su punto fundacional para una agenda permanente de objetivos.
Si bien las marchas del “Ni una menos” introdujeron modificaciones legales en lo que respecta a la violencia de género o el acoso, su principal logro fue la instalación del debate sobre la apreciación sociocultural del hombre argentino sobre la mujer, y la exposición de conductas, modos, y tradiciones que nos exhibe como una sociedad machista y desigual.
Pero el asunto no termina aquí, lo más importante a destacar en la actualidad, es que el colectivo feminista es el único vector real de cambio en la sociedad argentina. Esta idea que empieza a observarse con atención desde las universidades, los bunkers sociológicos y las consultoras, puede producir cambios que ni siquiera podemos imaginar en la coyuntura dinamitada en la que vivimos.
Cuando el presidente Macri habilitó el tratamiento de la cuestión del aborto en el Congreso, no imaginó que iba a apalancar al colectivo feminista con una potencia superior a la que exhibía en los reclamos del “Ni una menos”, provocando un hecho político soñado por cualquier movimiento que se precie de tener efectos permanentes en la sociedad: transversalidad, objetivos comunes, y compromiso militante.
El colectivo feminista, sea cual fuera el resultado de la votación sobre el aborto en el Senado, quedará en condiciones de avanzar en una agenda postergada y ni siquiera instalada en el poder político, como la desigualdad salarial, la proporcionalidad en los cargos públicos y privados, la restricciones de género y tantas otras discusiones que parecían inverosímiles hace apenas un lustro (sí, un lustro, cinco años).
Mientras la política, sea en la figura de gobierno o en la de la oposición, hoy tienen como carta de presentación a la incertidumbre, con el colectivo feminista ocurre todo lo contrario. Esas ideas fuerza que hoy consolidan a las mujeres como movimiento se han desvanecido o desdibujado en los partidos políticos. Hecho que no es menor a la hora de construcción de poder.
Por otra parte, es inimaginable una campaña electoral sin una agenda de género, no faltará un jefe de campaña que recomiende a los candidatos hablarles específicamente a sus potenciales votantes respecto a temas candentes de esa agenda. En el mismo sentido, ninguna lista de candidatos con aspiraciones prescindirá de la inclusión de una o varias militantes de género en su integración.
Pese a la crisis en la que se adentra el país, producto de una economía rota y sus consecuencias sociales inevitables, el feminismo tendrá la oportunidad de prevalecer, y fortalecerse como movimiento si las ambiciones personales y los orígenes políticos de aquellas mujeres que ostentan espacios de poder logran ponerse por detrás y no por delante de sus objetivos. La votación en diputados demostró que es posible.
Asimismo, es importante que el colectivo feminista no sólo demande y batalle, sino también, que como todo movimiento político (que lo es), convenza y seduzca. La radicalización del discurso y la intransigencia no gestan cambios duraderos. No hay que ceder a la tentación de comerse al caníbal, sobre todo en un país cuyas conductas y apreciaciones sociales y políticas son insoportablemente pendulares.
En síntesis, pese a que nos repetimos hasta el hartazgo en los mismos errores y la política tiene vocación por el naufragio, “la ola verde” de las mujeres puede ser uno de los impulsos que nos lleve hasta la orilla.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 892 del semanario “El Suburbano”.