por Ezequiel González
Algo que debería tomar nota el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Axel Kicillof, en su camino a convertirse en el candidato a presidente del peronismo, es la extrema similitud de su situación política actual con la que vivió el ex jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta durante el periodo 2019 a 2023 y que terminó con su desaparición de la escena política. Esta es una guía práctica para no repetir los errores consumados que llevaron al fracaso al hombre de CABA.
El candidato obvio
La elección 2019 había erigido a Horacio Rodríguez Larreta como el candidato obvio. Único sobreviviente de la gestión de Cambiemos, luego de la derrota de Mauricio Macri a nivel nacional y de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires. CABA se convirtió en el refugio del macrismo (una vez más). El Jefe de Gobierno se transformó en la cara del espacio.
Algo extremadamente similar pasa con Kicillof. Retuvo por amplia diferencia el gobierno de la Provincia de Buenos Aires y pudo separar su gestión del desastre nacional. El resultado lo dejó como la cara de la oposición a Javier Milei, luego de una seguidilla de derrotas en lo nacional y varias provincias. Inmediatamente buscaron cementarlo como ‘el único candidato’ para 2027.
Los recursos para instalarse
Sentado en la gallina de los huevos de oro que es el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta no ahorró un céntimo en el posicionamiento de su imagen, siempre medida, lavada. El primer año, el de la pandemia, se animó a salir junto al presidente Alberto Fernández y el propio Kicillof, mientras los talibanes amarillos marchaban agarrados de un flota flota por la calle; o tomaban cloro en las bancas del Congreso. Larreta llegó a tener una sobre exposición, no había otro dirigente opositor.
Con las enormes diferencias de recursos, la provincia de Buenos Aires se convirtió en beneficiario de todo espacio anti Milei. La Provincia, grupo Provincia o Banco Provincia son los principales sponsors de varios medios definidamente opositores al gobierno nacional. Los mismos defiende la posición medida, centrada, ‘de unidad’ de Kicillof.
Desmarcarse pero no romper
Larreta creía que había que ampliar la base de sustentación de Juntos por el Cambio si quería volver a ser gobierno. Eso lo enfrentó a su jefe político, Mauricio Macri, de cara a las elecciones intermedias. Si bien la victoria amarilla a nivel nacional fue aplastante, la aparición de un actor que corría por derecha a la histórica derecha tradicional de argentina metió la cuña. Milei es un invento de CABA y en el PRO estaban seguros que eran votos de ellos que se había ido al extremo. El hecho fundamental fue en el cierre de campaña de septiembre, cuando Larreta lo bajó a Macri del escenario. Parecía un cambio de era, pero nunca ocurrió.
Este punto es uno que Kicillof debe mirar con cercanía. A pesar que Juntos fue con la estrategia de Larreta y obtuvo resultados, esos resultados, más cortos en el terreno local, le abrieron una herida que no pudo cerrar. La elección legislativa en la Provincia de Buenos Aires será clave para pensar el 2027. Por eso el ‘Kicillofismo’ habla de armar la lista para las intermedias.
El yugo del jefe político
Ayudado por la mala gestión de Alberto Fernández, Macri comenzó, poco a poco, a asomar la cabeza. Sorpresivamente un día lo llevaron a recorrer Monte Chingolo, donde había perdido 80-20 en 2019, y solo recibió saludos. Comenzó a crear que podía, escribió su segundo tiempo y radicalizó sus ideas. Decidió contraponer su postura a la de “su” candidato. Lo empezó a lesionar. Larreta no se había podido independizar.
Kicillof no tuvo siquiera tiempo de aspirar a una independencia. Luego de un par de meses de posicionarse, la crisis económica y una decisión efectiva de Milei, reposicionó a Cristina Fernández de Kirchner. El Gobernador todavía no llegó a probarse en las intermedias que ya su jefa política buscó imponerle condiciones. No es menor que en el Gobierno prefieran pelearse con CFK, polarizar con ella y desestimar a quien quiere ampliar la base de sustentación del peronismo.
El temor a los extremistas
Macri sabía que él no podía, pero no necesitaba ser él. Puso a una extremista a combatir a su ahora ex candidato. La disputa no estaba en la opinión pública general sino en el corazón del voto propio. No aspiraba a ampliar la base, sino a consolidar el núcleo duro. No importó las toneladas de pauta publicitaria que lo instalaron; no importó haber ganado la intermedia, ni haber sido la cara del espacio durante 3 años antes cuando ningún otro podía asomar la cabeza del lugar donde estaban escondidos. Cuando fueron a internas el voto duro prefirió a la extremista que los representaba al dirigente medido que podía atraer a otros sectores.
Kicillof debe prevenir llegar a este punto. Cristina no necesita ser candidata a presidenta y jugarle una interna para ganarle. Puede elegir a un extremista -Camporista- que arrastre su imagen y sus votos. El Gobernador debe, sobre todas las cosas, sostener la base que lo ubicó en el sillón de Dardo Rocha, desde ahí salir a sumar algo más y, esos, son los votos de Cristina. Una ruptura con la expresidenta solo lo debilita. La difícil tarea, capaz imposible, que tiene el mandatario bonaerense por delante es como ser el candidato de Cristina y, al mismo tiempo, evitar que eso ahuyente los votos neutrales a los que quiere alcanzar.
Aprender de la experiencia
En esta Argentina ciclotímica donde todo es blanco o negro, Boca o River, Soda o los Redondos, Coca o Pepsi, Pastafrolla de Membrillo o de Batata, pensar que una candidatura por el medio puede tener éxito es un pecado que no se puede volver a cometer.
Sergio Massa ganó las legislativas de la provincia de Buenos Aires en 2013 y fue el candidato mejor posicionado para 2015. Cuando llegó la hora la población prefirió una opción más crítica. Massa quedó tercero. Cuatro años después volvería a juntarse con Cristina.
Larreta es el otro gran ejemplo. Dos veces Jefe de Gobierno porteño, candidato puesto, más recursos que ninguno para instalarse y para una campaña; perdió la interna de Juntos por el Cambio 70-30 con Patricia Bullrich, una dirigenta gastada por un pasado de fracaso en reiteradas gestiones.
Kicillof puede apostar a que la tercera es la vencida o convertirse en un nuevo ejemplo que el centro y la corrección política en Argentina no paga.