(Por Christian Skrilec)
Aquellos que se ufanan de defender las instituciones, la república y las libertades, deberían, al menos, exigir que los procesos judiciales sean transparentes y éticamente inapelables.
La máxima referente de la política nacional durante más de una década, la dos veces presidenta y actual vice, merece un proceso limpio y funcionarios judiciales probos. No sólo lo merece ella, también todos aquellos que se sienten representados por ella y todos los que la consideran culpable o simplemente la detestan.
El entusiasmo opositor de políticos y medios por la condena está desatado. Ellos interpretan que se confirman sus presunciones, lo que amerita festejos y desbordes discursivos. Omiten sin ruborizarse a “los huemules”, ese tour de jueces, fiscales, funcionarios y empresarios de medios que se fue a “rosquear” a Lago Escondido.
La vicepresidenta, en su alocución post condena, pudo haber consolidado el “relato” del Lawfare y la existencia de un “partido judicial”, las fotos en el aeropuerto de Bariloche le dan una base de sustentación homogénea y evidente.
Todo esto no exime al “kirchnerismo” de culpabilidades. La corrupción ha sido el talón de Aquiles de esa fuerza política, y todavía no puede explicar con congruencia la obscena fortuna acopiada por Lázaro Báez. La estrategia de la justificación o la ignorancia no fueron acertadas.
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“No voy a ser candidata a nada”, dijo Cristina en la apoteosis de su argumentación. La afirmación la dio violentada en la emoción y en el disgusto. Esa afirmación, para algunos producto de una estrategia, para otros una expresión de hartazgo, tiene un impacto de consecuencias en el Frente de Todos.
“Cristina es la Esperanza”, rezan innumerables paredones del conurbano, pintados cuando su figura emergía como una solución para devolverle las expectativas a un electorado frustrado por la gestión de Alberto Fernández.
La pregunta de manual es preocupante para el oficialismo: si Cristina no es candidata a nada, el Frente de Todos, el peronismo, el kirchnerismo, ¿se quedó sin esperanza?
En el sentido social, ¿el votante de Cristina se queda sin esperanza?; en el aspecto político electoral, ¿el oficialismo se queda sin esperanza?
No ser candidata a nada es para Cristina quedar al descubierto y exponerse a una serie de consecuencias de las que apenas estamos viendo el inicio.
Tal vez la demanda irrefrenable de quienes la apoyan incondicionalmente, las necesidades del peronismo en cualquiera de sus versiones, o su propia vocación política la hagan revisar su decisión, y este alejamiento de la política electoral sea solo transitorio.
Mientras tanto, el sector político que inequívocamente representa y lidera Cristina, permanecerá entre la esperanza y la nada.
Gracias por leer.