(Por Christian Skrilec)
En el Turismo Carretera es donde más se nota, o sos hincha de Ford o de Chevrolet. No conozco de automovilismo pero entiendo que entre sus seguidores, la marca es lo que los define, no el piloto. Probablemente en la política esté sucediendo lo mismo, la pelea electoral puede enfrentar a dos ideas, dos sectores o dos sellos, y no necesariamente a dos candidatos.
Hay que tomar nota del 2015, en su afán incontrolable de relativizar la candidatura de Daniel Scioli, el “kirchnerismo” se ocupó de repetir hasta el cansancio que “el candidato es el proyecto”. Un error garrafal por entonces, ya que Scioli medía muy bien entre los electores porque era un candidato que se mostraba diferente “al proyecto” sea cual fuere. En ese entonces Scioli, antes de sumergirse en “el proyecto”, era un candidato distinto, disruptivo, sumaba votos.
Pero las marcas se van imponiendo cada vez más sobre los nombres propios, en el 2017, Cristina Kirchner, sin dudas la dirigente con más votos propios del país y dueña de su propia marca, en ese entonces Unidad Ciudadana, cayó derrotada contra un insulso Esteban Bullrich que era prácticamente desconocido en el ámbito bonaerense. Cristina no perdió con Bullrich, perdió contra la marca Cambiemos.
Del mismo modo podemos analizar el 2019, donde Macri y su propia escudería, pierden contra ese nuevo sello que era el Frente de Todos, que llevaba un candidato impensado como figura y que no representaba objetivamente a ninguno de los integrantes de esa nueva sociedad política. Alberto Fernández no era un fiel representante K, y tampoco personificaba al PJ o al Frente Renovador, era la cara visible de una nueva marca que asociaba a las antes mencionadas.
Hoy, de cara a las próximas elecciones, es difícil encontrar candidatos que garanticen sumar votos. La pelea es de marcas, el oficialista Frente de Todos y el opositor Juntos por el Cambio, no tienen en la provincia de Buenos Aires una figura nacional ni provincial que sobresalga del relieve y entusiasme al electorado.
Los nombres de la oposición son un claro ejemplo de ello. La ex gobernadora María Eugenia Vidal mantiene guarismos escasamente competitivos en la Tercera Sección electoral, que de mantenerse, condenan a la oposición a otra derrota. Vidal no suma. Tampoco suma Elisa Carrió, la referente de la Coalición Cívica supo tener un enorme caudal de votos propios, pero hoy de ninguna manera superan la expectativa de la marca Cambiemos. El único de los nombres que se barajan que podría dar alguna sorpresa, es el de Diego Santilli. El vice Jefe de Gobierno porteño, por nuevo, por imagen positiva, quizás haga crecer mínimamente a la oposición, pero nadie puede asegurarlo.
Al oficialismo le ocurre lo mismo, tanto es así, que es un secreto a voces que lo vuelven a medir al ex gobernador Scioli como posible candidato a encabezar la lista bonaerense. También aparece Sergio Berni, que podría sumar con su particular discurso el voto de la clase media hastiada del delito al tradicional voto kirchnerista-peronista, cuestión que sería paradójica ya que como ministro de Seguridad ha resultado bastante ineficiente. El otro nombre que se encuesta seguido es el de Malena Galmarini, que tal vez, y solo tal vez, mejoraría con su arrastre el volumen de votos en la Primera Sección, un lugar en el que el oficialismo necesita con urgencia recuperar bancas en el senado bonaerense. A ellos suman el nombre del Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, lo que sería de una insustancial rareza; o el de Martín Insaurralde, que ya tiene un antecedente de derrota en una elección intermedia.
Hay que repetirlo: hoy, ninguno de los nombrados garantiza sumar más votos de los que podría sumar la marca, o el sello, sea el caso del Frente de Todos o Juntos por el Cambio. Y siempre hablamos de la orfandad de candidatos nacionales por la Provincia, ni que decir a niveles seccionales y distritales.
No hay candidatos disruptivos, nuevos, que hagan ruido. La oposición amaga a veces con encontrarlo pero tampoco está claro. El neuro científico Eduardo Manes como candidato nacional, el ex intendente Molina como candidato seccional, y Walter Queijeiro como candidato local, pueden ser intentonas de impactar al electorado, pero no está claro que tengan el suficiente sustento.
A diferencia del 2015, hoy si el candidato podría definirse por “el proyecto”. Cada espacio, cada sector, tienen una idea diferente de lo que debe hacerse con el país, con la provincia y con los municipios, y no hay figuras lo suficientemente relevantes como para maquillar y seducir más allá de los “proyectos” o como se definan las ideas, los modos y las formas que los aglutinan dentro del Frente de Todos o de Cambiemos.
Eso sí, hay que advertirlo, si bien en ninguno de los principales espacios políticos aparece alguien que haga la diferencia a favor, o que simplemente sume, si hay montones de nombres capaces de restar votos con su sola presencia en una lista. Los ejemplos abundan en elecciones pasadas, pero no vale la pena nombrarlos.
Gracias por leer.