(Por Christian Skrilec) La interna es interminable. No obstante, el peronismo logró lo que sólo sucede cuando su continuidad en el poder peligra: poner la interna en pausa, al menos, hasta al 26 de octubre, un día después de las elecciones.
No se cuestiona ni se critica más la gestión, a lo sumo se le hacen observaciones. No hay más peleas, se terminó la discusión entre el “barbismo”, el “sciolismo”, el “anibalismo”, el “gurzismo”, el “camañismo”, el “camporismo”, y todos los “ismos” que se te ocurran. Todos son compañeros, Scioli presidente, Aníbal gobernador, el Barba intendente. ¿Todos conformes? Ni en pedo, pero “afiná y cantá la marcha”.
Todos los se sectores del oficialismo de Quilmes se sacaron la foto junto a Aníbal Fernández y Francisco Gutiérrez. Sin dudas que el Barba sale fortalecido de esta jugada. No porque todos los que salieron en la foto salgan a juntarle votos, sino porque impide que todos aquellos que estaban allí y no lo quieren, jueguen abiertamente para la oposición, porque las estructuras políticas de sus enemigos internos, podrán no votarlo, pero tendrán que tener mucho cuidado, por ejemplo, de que los vean repartiendo la boleta del Frente Renovador o del PRO, la amenaza es concreta: si el peronismo gana, quedan afuera, y a la intemperie.
Las diferencias son insalvables hasta que se pone en juego el propio culo (si se me permite la expresión). Además, todos quedaron agarrados de la foto, porque si el oficialismo pierde Quilmes, sin dudas la locomotora de la derrota será Gutiérrez, pero el tren descarrila completo. Una derrota todo lo pone en duda, la representatividad de los sindicatos, los aparatos políticos de los distintos referentes, el supuesto trabajo local de las agrupaciones, etcétera.
Pero bien, el gran motor de la unidad oficialista en Quilmes, es Martiniano Molina, el hombre más votado de las PASO, candidato del PRO, y serio aspirante al título de Intendente. No obstante, la situación del PRO local, vista desde afuera, pude calificarse de compleja. Desde adentro, podría pensarse temeraria, y próximamente crítica.
Es extraño porque el PRO no sólo cuenta con un probado candidato como Martiniano, sino que además tiene el apoyo de la conducción nacional del PRO, que ve a Quilmes y a Lanús como los únicos distritos de la Tercera Sección electoral donde pueden dar el batacazo.
Martiniano sigue paseándose por los barrios, sacándose fotos, escuchando a la gente, y besando abuelas. Lo que no está mal, pero posiblemente a estas alturas sea insuficiente. Si Molina quiere ganar, necesita sacar más votos que los que saque Mauricio Macri para presidente en Quilmes. Esto es definitivo.
Es cierto que Gutiérrez, pese a la “unidad” del peronismo, tendrá menos votos que Scioi, que hablando porcentualmente podrían ser 3 o 9, o quién sabe, porque eso es imposible de medir con exactitud. En síntesis, hablamos de corte de boleta, corte negativo para el Barba, y corte positivo para Martiniano. Creer que esto va a suceder porque “la gente quiere un cambio”, es cosa de ingenuos.
El corte hay que trabajarlo, más cuando no existe el “anti-gutierrismo”. Posiblemente sea cierto que tres de cada cuatro quilmeños prefieran que Gutiérrez no repita otro mandato, pero de ahí a creer que estamos como en el 2007, cuando el esquema era “Villordo o el fin”, es un error severo de cálculo.
Hoy, el PRO de Quilmes tiene un muy buen candidato pero no tiene un conductor. Las diferencias entre Jorge Molina, el papá de Martiniano, y aliados clave para el armado político y la arquitectura electoral como Eduardo Schiavo, el radical Fernando Pérez, el cuestionado pero muy experimentado José María Salustio, y otros dirigentes de peso, ya excedieron los rumores y se están transformando en un problema.
Para ganarle a un intendente reelecto y al aparato de la “unidad” peronista, no alcanza con voluntarismos, acuerdos bajo la mesa, y esfuerzos improvisados de muchachos sin experiencia. Si Martiniano quiere cocinar un guiso peronista y comérselo el 25 de octubre, tiene que ponerse el delantal.
Gracias por leer.
Publicada en la edición 772 de «El Suburbano»
Muy bueno Cristian felicitaciones muy buen analisis, abrazo, Sergio