(Por Christian Skrilec)
Para decepción de militantes políticos o integrantes de diversos colectivos sociales que se oponen a las políticas del presidente Milei, en estas líneas no habrá una invitación a resistirlo ni a combatirlo. Es que esa resistencia, esa pelea ideológica y cultural, no alcanza, o mejor dicho, no importa. La única resistencia que importa, es la del ciudadano de a pie, la del vecino, la de la gente.
La semana previa al mes de febrero, pudieron observarse largas filas en las casas de cambio de la región (otrora cuevas ilegales). Los operadores de dichos establecimientos confirman una tendencia que se arrastra durante todo el mes, la gente vende sus dólares. La abrumadora mayoría de “las operaciones van entre los 50 y los 200 dólares y hay personas que van dos o tres veces por semana”, me explica uno de los “cueveros” conocidos de la ciudad. La clase media está quemando el “canuto” a fuego lento.
Las tarjetas de crédito son otro indicador, las devoluciones de productos de las cajas de supermercados por superar el límite disponible crecieron, según fuente oficiales, un 25 por ciento. En el mismo sentido, aún no se conocen y tal vez no trasciendan nunca, la baja de usuarios en servicios de entretenimiento como el cable o las plataformas digitales.
En general, lo primero que se resigna a la hora de bajar los gastos en un hogar de clase media, es el esparcimiento: comer afuera, cine, teatros, paseos, etcétera. Aquí tampoco hay cifras, sólo algún gastronómico que se queja de la caída del margen de ganancia a apenas un diez por ciento, y otro que asegura que la única posibilidad de subsistencia es convertir su parrilla-restaurante en una pizzería.
Por otra parte están aquellos, demasiados, que arrancaron el nuevo gobierno en la pobreza. Ese 40 por ciento de la población, al menos, no tiene dólares que cambiar ni esparcimiento que resignar. Tal vez ahí se explique la baja en el 45 por ciento en venta de medicamentos y el 37,1 por ciento de caída en la venta de alimentos y bebidas, según cifras de la CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa) correspondientes al mes de enero.
Dos cifras que habrá que observar con atención, fundamentalmente la segunda quincena de febrero y primera de marzo, serán las del consumo en litros de combustible y la de cantidad de pasajeros en transporte público.
Mientras tanto en “liberalandia”…. Las tres grandes alimenticias del país, ARCOR, Molinos y Unilever, que concentran el 80 por ciento del mercado, han duplicado y hasta cuadriplicado el precio de sus productos. El precio de la nafta en el surtidor creció más de un cien por ciento haciendo a la felicidad de petroleros y afines. Y por supuesto, la medicina prepaga, cuyos popes no entendieron con claridad la cuestión de competir y brindar “servicios de mejor a calidad a menor precio” como recita el Presidente, cartelizaron sus precios y se divierten a costas de sus clientes.
Este es el ajuste, el que según la doxa dominante era necesario e inevitable. El que la gente, en su mayoría silenciosa, resiste.
Pero la desregulación reinante aún no muestra su peor cara, apenas está corriendo el velo. Para las próximas semanas se esperan los aumentos de los servicios de luz, gas y agua. Y si bien el costo de las escuelas de gestión privada solo golpeará a un sector de la sociedad, la canasta escolar (útiles, vestimenta, etcétera) tiene características transversales.
Para sintetizar y no aburrir, cuando hayan transcurrido tres meses de gobierno del presidente Milei, la vida cotidiana va a costarte al menos el doble de lo que te costaba antes, sean cuales sean tus ingresos, posiblemente, para aquellos que se prodigaban un alquiler, una prepaga y educación privada, el costo sea el triple. Los ingresos, como se sabe, en general no aumentarán más que un 30 por ciento.
Esta es la resistencia. La resistencia de las mayorías a condiciones económicas cuya dureza es difícil de soportar. ¿Cuál es el límite de esa resistencia?, ¿cuánto está dispuesto a soportar el ciudadano de a pie sin resignarse o decepcionarse?
La pregunta que inexorablemente debe hacerse la política en general es, qué ha hecho durante años para que la gente, el vecino, el pueblo, o como quieran denominarlo, esté resistiendo este impacto sin siquiera poder ver una luz al final del túnel, o una zanahoria que seguir. Acá se está resistiendo un ajuste sin plan, sin fin y sin señuelo.
La pregunta que deben hacerse el Presidente y su entorno, que no puede confundirse con la ovación de una veintena de argentinos que volvían de vacacionar en Europa, es cuánto va a durar esa resistencia, la de las mayorías, la única que importa.
Gracias por leer.