(Por Christian Skrilec)
Hacía largos meses, tal vez años, que Alberto Fernández sabía que no tenía oportunidad de ser reelecto. Quizás, desde el día que asumió la presidencia. Siempre fue un presidente de transición, aunque en el poder siempre germina la ilusión de perpetuidad.
El cómo, el cuándo y el por qué lo escriben las circunstancias. Las paladas de análisis y especulaciones no cambian el hecho fundamental que el Presidente haya renegado de su reelección y así destrabar formalmente las decisiones electorales del Frente de Todos.
Pero esa traba, que era apenas un impedimento formal –recordemos que Alberto se bajó de un lugar al que ningún milagro le hubiera permitido subirse-, no libera un camino electoral obstaculizado por la realidad evidente: el gobierno del Frente de Todos fracasó.
La historia se ocupará de desmenuzar, analizar y reescribir ese fracaso. Pero ahora, hoy, el Frente de Todos, o mejor dicho el peronismo-kirchnerismo se juega su supervivencia en el poder en un escenario de catástrofe.
La ilusión “cristinista”, que prende en sus fanáticos, sus militantes y en ciertos sectores de la sociedad, no parece ser suficiente para convencer a la Vicepresidenta que vuelva a ser la candidata. La especulación mantiene viva la posibilidad, vienen fechas y actos importantes en los que su sola presencia despierta la imaginería política. Pero ni siquiera Cristina garantiza un triunfo, aunque si la pelea.
Las opciones se descascaran al ritmo de la realidad. Si retener el gobierno nacional parece una pelea imposible, el FdT necesita conservar la Provincia de Buenos Aires como bunker para su reorganización y su retorno. Pero la Provincia también está en riesgo, más si Cristina no aparece en la boleta y si el gobernador Kicillof sigue sin aceptar que la mejor manera de conservarla es con su candidatura presidencial. Desde esta misma columna unas semanas atrás se lo denominó como “La paradoja Kicillof” (https://eltermometroweb.com/2023/03/la-paradoja-kicillof/), aunque el pragmatismo peronista prefiere resumirlo diciendo que no existen los votantes que agarren la boleta por el medio.
La opción Massa, para la presidencia, la gobernación o lo que fuera, lleva el denso lastre de la economía, las previsiones que cierran el mes de abril anuncian una inflación que rondará el 8 por ciento y un valor del tipo de cambio en los 450 pesos por dólar. Las consecuencias de estos números se pagan en los bolsillos agujereados de la enorme mayoría de los votantes. Su permanencia en el Ministerio y el rechazo de los votantes K también son un problema para una campaña compleja.
Wado de Pedro parece una opción apresurada e insuficiente, tal vez fue pensado como un muy buen candidato para circunstancias menos acuciantes. Daniel Scioli tiene dos activos de utilidad, es un candidato menos refractario tanto hacia adentro como de cara a los votantes y cuenta con el antecedente de haber acertado casi a la perfección en su diagnóstico sobre Mauricio Macri en el 2015. La lista podría seguir con protagonistas menores, pero el problema seguirá siendo mayor: hay que hacer campaña con el fracaso a cuestas.
En un riguroso off de record, un intendente de la región clarificó la cuestión de manera contundente: “tenemos que hacer campaña solos”, lo que se traduce en municipalizar las elecciones todo lo que sea posible, defendiendo la gestión local con los argumentos de los logros locales. El fracaso económico del gobierno nacional y el fracaso de las políticas de seguridad del gobierno bonaerense están pesando de manera insoportable sobre los votantes propios.
No obstante, en este escenario político electoral devastado por la angustia cotidiana, la unidad vuelve a aparecer como una idea superadora. Evitar el desgaste de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), encontrar una explicación razonable sobre los errores cometidos aceptando las culpas, potenciar los aciertos como la obra pública, y recordar que las opciones que presenta la oposición, hasta ahora, nunca demostraron ser mejores.
Gracias por leer.