(Por Christian Skrilec) Hace 15 años que la política argentina orbita en torno a Cristina Kirchner, en dicha órbita gira una satélite de volumen apreciable que se denomina Mauricio Macri. La descripción de este universo es sencilla y evidente, no hace falta ser astrónomo para explicarlo.
El universo político bonaerense es similar, pero algo más complejo. El centro de ese universo también es Cristina, pero su volumen es mayúsculo y absorbente y los satélites se multiplican en cantidad y tamaño. La provincia de Buenos Aires es el centro del poder del kirchnerismo-peronismo.
En ese centro de poder, gobierna Axel kicillof, de quien todos coinciden, representa las ideas, las formas y los objetivos de ese centro del universo político que es Cristina. Es más, los analistas del derrotero político, imaginan a Kicillof como el heredero del “kirchnerismo”. El escenario para cobrar esa herencia se valida con la presunta derrota nacional del oficialismo y la reelección de Kicillof en la Provincia.
Sin duda el Gobernador fideliza el voto de Cristina, es el candidato natural del “kirchnerismo” y tiene una gestión que puede defenderse con un puñado de hechos que el gobierno nacional carece. La candidatura a la reelección de Kicillof, apoyada por amplios sectores del oficialismo y por la mayoría de los intendentes, algunos convencidos y otros porque no les queda otra, parece ser el destino inevitable de la boleta del Frente de Todos.
La pregunta inminente es: ¿se puede ganar la Provincia de Buenos Aires y perder la Nación? Los analistas apurados, las encuestas parciales, regionales o locales, la manipulación de los intereses opositores y oficialistas nos empujan a responder que sí. Pero la afirmación es tan endeble como los antecedentes lo demuestran.
Solo el precandidato a gobernador de Juntos, Joaquín de la Torre, repite la hipótesis sin la repercusión suficiente, posiblemente por los intereses marranos de la política: “El candidato a presidente más votado a en la elección general pone al gobernador”, repite el ex intendente de San Miguel, y la verdad, es que esto fue así desde el retorno de la democracias hace 40 años.
Hay sólo una excepción válida, la elección del 2015. Los ansiosos caemos en el error de la elección de 1999 y el triunfo bonaerense de Carlos Rukcauf, omitiendo que ese candidato figuraba en dos boletas presidenciales, la de Eduardo Duhalde y la de Domingo Cavallo.
Respecto al 2015, el pasado es reciente y evidente, Daniel Scioli fue el candidato más votado a presidente en la elección general, pero Aníbal Fernández cayó sin atenuantes ante María Eugenia Vidal.
Entonces, la paradoja: Como fiel e inequívoco representante de Cristina, Axel puede garantizar el triunfo en la Provincia de Buenos Aires, pero como candidato a presidente. Su candidatura a gobernador lo ata sin atenuantes la boleta presidencial, que lo puede exponer a una derrota.
Es fácil, si el candidato a presidente del Frente de Todos, es Fernández, Scioli, Capitanich o Magoya, y esa boleta no cuenta con más que con un poco más de un tercio de los votos bonaerenses y está destinada a caer ante un candidato presidencial opositor, ¿por qué la boleta a gobernador va a tener los votos suficientes como para imponerse?
La respuesta del “corte de boleta” no tiene sustento histórico para la categoría gobernador y es apenas significativo. Es más, como también ejemplifica en forma contundente el 2015, en esa categoría sólo puede destacarse el corte negativo.
Obviamente caso contrario ocurre en los municipios. Tal como ha sucedido en varias ocasiones y posiblemente vuelva a suceder una vez que se conozcan los volúmenes de votos que obtenga cada fuerza en las elecciones primarias, los intendentes repartirán selectiva o masivamente dependiendo de ese resultado, la boleta cortada.
Las apreciaciones que podrían hacerse son múltiples, y encierran otros componentes decisivos, como una candidatura de la actual vicepresidenta a senadora nacional por la Provinica, o que se cumpla el anhelo de muchos y que finalmente sea la candidata a presidente del espacio. Pero ese, es otro universo.
En este universo político, Kicillof es el único referene del peronismo-kirchnerismo capaz de garantizar el triunfo bonaerense, pero esa garantía solo se ejecuta sin apelaciones con su candiatura presidencial, he ahí la paradoja.
Gracias por leer.
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