(Por Christian Skrilec)
Lo más interesante del año electoral es que el desinterés de los votantes por las elecciones es más evidente que nunca. La pandemia en cualquiera de sus formas: contagios, restricciones, vacunas; y la crisis económica en cualquiera de sus facetas: inflación, desempleo, devaluación; son los grandes condicionantes de un pésimo humor social. El desinterés por la política y el rechazo por los políticos, empieza a tomar los síntomas de dos décadas atrás.
Pero cuidado, a no confundir, no hago referencia a la crisis terminal de diciembre del 2001, agujero temporal donde suelen caer aquellos que quieren identificar la realidad de un mal gobierno. El kirchnerismo lo hacía con Macri, el macrismo lo hace con Fernández, ambos lo hicieron y lo hacen, sin argumentos sólidos ni suficientes.
Aquí hago referencia a las elecciones de octubre del 2001, donde un aproximado 24 por ciento de los votos fueron blancos o nulos y otro tanto se abstuvo. El total de votos positivos de entonces fue menor al 60 por ciento del padrón, una señal inequívoca de la decepción general con la política.
Obviamente que el escenario y el tiempo son otros, e increíblemente, eso que denominamos grieta, y que ha vuelto irreconciliables a los principales sectores políticos y a buena parte de la sociedad, garantiza una participación lo suficientemente grande como para que el ganador de la elección goce de legitimidad. No obstante, es hora de empezar a preguntarse cómo votarán, si es que lo hacen, los decepcionados de la política.
La rueda de la decepción
El “kirchnerismo” no tolera admitir que el principal argumento para la derrota del 2015, no fueron sus flojos candidatos a los principales cargos electivos, ni la influencia de los medios, ni el desgaste de 12 años de gobierno, eso sin duda influyó, pero nada fue tan determinante como el hecho que se votó después de un gobierno flojo, que no cumplió con las expectativas y que decepcionó a muchos votantes que terminaron por inclinar la balanza. El segundo mandato de Cristina está muy por debajo de su primera gestión y de la gestión de Néstor, se mida por donde se lo mida.
Lo mismo ocurre con el “macrismo”, que en sus voces más recalcitrantes se horroriza por el retorno de Cristina Kirchner al poder, olvidando que pese a dos primeros años de gestión mediocre, el también mediocre Esteban Bullrich se impuso a Cristina en la elección intermedia en la Provincia de Buenos Aires, pero que apenas dos años de catastrófica gestión después, “la leona” Vidal fue aplastada electoralmente, arrastrándolos a la derrota general.
En el 2017, los decepcionados del “macrismo” apostaron por más “macrismo”. En el 2019, los decepcionados del “macrismo” volvieron al peronismo-kirchnerismo.
La pregunta es obvia, los decepcionados del Frente de Todos, que los hay y a montones, ¿vuelven a apostar al Frente de Todos, retornan a Cambiemos (o como se llamen en la próxima elección), buscan una opción diferente, votan en blanco o no votan?
Las preguntas sucedáneas son muchas: ¿la decepción con la gestión “macrista” sigue lo suficientemente fresca como para no volver a Cambiemos?, ¿hay otra opción para salir de la dicotomía peronismo-kirchnerismo versus antiperonismo-antikirchnerismo?, ¿existe la posibilidad que surja un tercer espacio?, ¿la izquierda volverá a crecer o la derecha libertaria dará un sorpresa?, ¿la elección legislativa condicionará menos a los votantes?… Todas las respuestas a éstas y más preguntas relacionadas son meras especulaciones.
No obstante, la mayoría ya tiene su respuesta. Nada cambiará la voluntad electoral de los catequizados del oficialismo, ni de los convencidos de la oposición. Es probable que entre ambos ya se garanticen el 70 por ciento de los votos. Pero los decepcionados, que todavía son muchos, pueden alterar cualquier elección.
Gracias por leer.