(Por Christian Skrilec)
El formato de crisis en el que nos acostumbramos a vivir desde abril del año pasado no se modifica demasiado: inflación, devaluación, perdida del salario real, degradación de la calidad de vida, inseguridad laboral y pérdida de empleo son las variables que azotan al ciudadano de a pie con mayor o menor intensidad dependiendo del momento.
Mientras tanto, comenzamos a desandar los dos meses restantes para las elecciones de octubre, que oscilan entre la campaña electoral y la transición difusa. Está claro, más después de la marcha del sábado pasado, que el oficialismo está lejos de entregarse, aunque a excepción de lugares puntuales, sus posibilidades de reelección son extremadamente bajas o nulas, como el caso de la provincia de Buenos Aires.
Posiblemente el informe presentado por el Observatorio de la Deuda Social donde se confirma que cuatro de cada diez niños se alimentan en comedores comunitarios, revele más explicaciones electorales de otras que podamos imaginar. El dato es sorprende por la contundencia pero no por los antecedentes, referentes comunitarios y de organizaciones sociales vienen advirtiendo del crecimiento de comedores y merenderos en los barrios más castigados por la crisis desde hace al menos un par de años. Pero como si esta cifra del 40 por ciento de los niños y adolescentes concurriendo a comedores para alimentarse no fuese suficiente, se suma el dato vergonzante que el 14,5 por ciento de los chicos pasaron hambre durante el último año.
Según el Observatorio, que depende de la Universidad Católica Argentina, la asistencia a comedores comunitarios se duplicó si se compara con las cifras del año 2010, donde apenas el 17,5 por ciento de los chicos concurría a comedores. A ese paquete de penurias, debe agregarse que en casi la totalidad de las escuelas públicas del conurbano bonaerense se entrega algún tipo de refuerzo alimentario, sea desayuno, almuerzo o merienda.
A su vez, se debe recordar que según el informe presentado el año pasado por el Observatorio Argentinos por la Educación, en la Provincia de Buenos Aires, sólo el 61,8 por ciento de los chicos cumple con el ciclo educativo obligatorio. Obviamente, el porcentaje que abandona aumenta en los sectores sociales con mayores necesidades básicas insatisfechas.
La pobreza en la Provincia pasó del 29,5 por ciento en el segundo semestre del 2017 al 35,9 por ciento en idéntico semestre del 2018 según los datos oficiales del INDEC. La proyección sobre la que se especula para el segundo semestre del 2019, podría elevar la cifra al 40 por ciento. No es coincidencia que cuatro de cada diez niños y adolescentes concurran a comedores comunitarios.
Un último dato duro para cerrar el contexto. Según hizo público el mismo Observatorio Social hace unos meses, en el 2018 se registró el índice de pobreza infantil y adolescente más alto de los últimos diez años, alcanzando el 51,7 por ciento. Cifra que un año más tarde, y frente a la contingencia de estos meses también podría ser superada largamente.
Esta es la realidad constatable y comprobable, aunque otra buena parte de la sociedad la ignore, aunque otra buena parte de la política la ignore. Pero el problema es cada vez mayor. El álgebra de la pobreza es implacable, la mitad de los niños y adolescentes que hoy son pobres, no cuentan con elementos para dejar de serlo dentro de veinte años cuando se conviertan en adultos.
Mala alimentación, limitaciones para acceder a educación de calidad, hábitats deficitarios, marginación, discriminación, falta de empleo, adicciones y violencia son ingredientes que se cocinan en la olla sobre poblada del conurbano bonaerense. La mayoría de los distritos del gran Buenos Aires están partidos, rotos, con grupos sociales que se desconocen entre sí. La exclusión es parte del paisaje bonaerense.
Por suerte, todos votan, y todos los votos valen lo mismo. Por lo que sería deseable, que ante estos datos duros, los candidatos a gobernarnos dedicaran algunos minutos a explicar que camino piensan tomar para evitar que vivamos en un país y una provincia compuesta mayoritariamente por pobres. Sinceramente, no se me ocurre otro eje de debate que merezca mayor importancia.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 944 del semanario “El Suburbano”.