(Por Christian Skrilec)
Una semana atrás se sacaron la foto. Juntos y revueltos, el escenario montado en el Parque Domínico, en “Avellaneda: cuna de la resistencia”, como se plasmaba en una de las banderas. El acto, según los presentes, se recordará como el primer paso a la unidad peronista bonaerense.
Es probable que así sea, y en las próximas semanas el peronismo-kirchnerismo se presente cohesionado ante unas elecciones que pueden redefinir su rol y su estructura en la provincia de Buenos Aires de cara a los años venideros.
Lo que es un hecho, más que una probabilidad, es que el peronismo del conurbano, el populoso, el del aparato, el de los votos, sufre de dos patologías que no puede superar, y ambas tienen nombre de mujer: María Eugenia Vidal y Cristina Kirchner.
Durante más de tres años, los caciques del peronismo bonaerense mantuvieron la obsesión de escaparse del yugo Cristinista. Ni siquiera a los intendentes k por naturaleza les incomodaba esta idea. El rechazo a La Cámpora y el fastidio con los denominados “caprichos de Cristina” fueron y son un denominador común de los mandamases del peronismo en el conurbano.
La apretada derrota de Cristina a manos de Esteban Bulrrich en el 2017, no los incomodó tanto como el dedo de “la Jefa” a la hora del armado de listas.
Pero todo cambia, y hay patologías crónicas. En las palabras del intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, se desnuda el síntoma: “Tienen que hablar con nuestra gente y escuchar lo que dicen de Cristina”. Cualquier medición en las localidades periféricas (las más populosas) de los distritos del gran Buenos Aires, le otorga a Cristina números de aceptación impactantes que van entre el 50 y el 70 por ciento de imagen positiva, y en algunos casos se superan esos guarismos.
El único que mantiene una posición de rebelión es el doctor Juan José Mussi. El Jefe Comunal de Berazategui (en la actualidad formal es presidente del Concejo Deliberante, pero esto es una circunstancia anecdótica), sostiene en reuniones privadas que los intendentes están en condiciones de ganar sin Cristina. Sin duda esto es posible, siempre y cuando no haya una ruptura y Cristina arme lista en los distritos, histórico temor de los intendentes, lo que provocaría la ruptura del peronismo-kirchnerismo y abriría las puertas para que una tercera opción se quede con el territorio en disputa. El caso de Florencio Varela es un claro ejemplo de ello.
En fin, los intendentes vuelven a someterse a Cristina como a una enfermedad necesaria. La pregunta a responder es cuáles serán los límites del sometimiento, si es que hay límites.
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La otra patología no solo la sufren los caciques del conurbano, sino que afecta a todo el peronismo-kirchnerismo por igual. La gobernadora María Eugenia Vidal es un problema político que se evidenció en todos los últimos discursos del sector.
En el citado acto de Avellaneda, todos los oradores, desde el matancero Fernando Espinoza, pasando por los intendentes Verónica Magario y Martín Insaurralde, el ex ministro de Economía Axel Kicillof, y el diputado nacional Máximo Kirchner, se ocuparon de igualar la figura de Vidal a la del presidente Mauricio Macri.
“Vidal es Macri” es en resumen la consigna para enfrentar a la gobernadora, porque si bien es cierto que la imagen de Vidal se fue descascarando en las encuestas al ritmo de los desaciertos económicos y de gestión del gobierno nacional, su nombre en la Provincia subsiste muy por encima de Cambiemos, y ni que hablar del presidente Macri.
Para significar lo que implica Vidal para el peronismo, rememoro una charla informal con un alto jefe bonaerense, que en riguroso off de record me manifestó: “te imaginás si armamos un frente con Vidal de candidata… ganamos la Provincia con el sesenta por ciento de los votos, como mínimo”. Obviamente, es algo imposible, al menos es estos tiempos.
Para concluir, digamos que en la resolución de estas dos patologías, Vidal y Cristina, está el futuro del peronismo-kirchnerismo bonaerense, y como dice el verso del Indio Solari, “el futuro ya llegó”, y habrá que ver cómo se resuelve.
Gracias por leer.