(Por Ezequiel González)
En las últimas semanas, María Eugenia Vidal ha probado los límites de su independencia política. Esos mismos que le marcan desde Nación cada vez que la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires parece (solo parece) tomar un poco de distancia. Así pasamos de dejar que sus ministros critiquen con dureza el presupuesto Nacional a realizar un acto con el Presidente y armar una entrevista con el único objetivo de volver a denegar sus intenciones presidenciales.
Luego de un breve lapso de días en septiembre, la Mandataria bonaerense no ha estado metida en la política nacional. Le recomiendan hacerlo lo menos posible. Es que, según las encuestas que la miden constantemente, cada vez que salió a defender una medida impulsada por la administración de Mauricio Macri su imagen cayó. De ser la mejor posicionada de todos los referentes del PRO, Vidal se convirtió en una mortal más, donde sus acciones y sus declaraciones la dañan electoralmente.
Desde que la pelea con los gremios ya no le es rentable, especialmente luego de la explosión de la escuela primaria N° 49 de Moreno donde murieron dos personas, Vidal se quedó sin un caballo de Troya con el cual entrar en la clase media. En las últimas semanas ensayó un alejamiento discursivo de las políticas nacionales. Lo hizo, primero, exigiendo la adecuación del Fondo del Conurbano bonaerense (que ella consiguió un año atrás) a la inflación. Al mismo tiempo pidió a los intendentes peronistas que se sumen al reclamo. Buscaba mostrar una posición unificada detrás del reclamo.
Más allá fue, todavía, el ministro de Gobierno de la Provincia, Joaquín De La Torre, quien apuntó directamente contra Rogelio Frigerio (ministro del Interior y Obras Públicas) por la quita de recursos necesarios, y contra Nicolás Dujovne (el titular de Hacienda) por entender que Buenos Aires es la mayor perjudicada en el cálculo de recursos y gastos 2019.
Una vez más Vidal saboreó la libertad política, la independencia, se sacó por unos días los grilletes que la atan al ancla que representa Mauricio Macri en las encuestas y que la hunde a ella también en su territorio. No le duró mucho.
El miércoles 24, Marcos Peña apareció para ser parte de una reunión de gabinete en La Plata. No trascendió oficialmente nada del encuentro, ni siquiera hubo un vocero, como habitualmente hace el gobierno provincial. Al otro día, la Gobernadora recorrió una mega obra de cloacas en Dock Sud junto a Rogelio Frigerio, sí, el apuntado por quitarle los fondos.
El presupuesto se aprobó en Diputados con media sanción, a pesar del pataleo bonaerense, pero apareció un reclamo de otras provincias en el mismo sentido. Buenos Aires debió ser “aleccionada” para que ese reproche no vuelva a ocurrir.
Así, el presidente de la Nación Mauricio Macri se sumó a otra reunión de Gabinete, esta vez en Trenque Lauquen (ya que la administración bonaerense lleva a los ministros de paseo una vez al mes a conocer la Provincia). Hubo fotos, abrazos y besos. Al otro día, a través de los mismos medios de siempre, se conoció que Buenos Aires será retribuida por la pérdida de recursos con obras. Otro escarmiento. Es como si tu jefe te recortara el sueldo pero te pagara camisas nuevas para que vayas a trabajar.
Y no quedó ahí: esa misma noche la propia María Eugenia Vidal usó uno de sus interlocutores habituales, en un canal de noticias de televisión por cable, para negar una y otra vez su intención de ser candidata a Presidenta.
Entonces, ¿existe una pelea real entre Vidal y Macri? No, de conveniencia. La Gobernadora necesita distanciarse si quiere mantener su capital político. Mientras que desde Nación, en el imaginario de Marcos Peña, Vidal tiene que quedarse al lado de Mauricio porque es el único sostén.
Desde la Provincia tienen una queja que hasta hace unos meses no existía: esa misma estrategia electoral que los llevó a ganar en 2015 y 2017 no alcanza para retener la provincia más importante de todas y, dentro de ella, 70 intendencias.