(Por Christian Skrilec)
La catástrofe del gobierno de Milei, lo que hasta hace unos días era el núcleo de la estrategia peronista para su retorno al poder en poco tiempo, hoy se ha vuelto su única posibilidad. Carencia de conducción y liderazgo, autocrítica insuficiente o incompleta, falta de reacción y decisión, son algunos de los factores que sobresalen en el peronismo-kirchnerismo bonaerense, sin el cual, no hay batalla nacional posible.
¿Habrá catástrofe?
Supongamos que el gobierno de Milei termina mal, hay innumerables señales de ello y hordas de economistas ortodoxos, heterodoxos, liberales, y según el Presidente “estúpidos y mediocres” que así lo creen. La pregunta pertinente es cuán mal termina. Termina mal como Macri, que después de dos años de vender futuro sufrió una acelerada decadencia durante la segunda mitad de su mandato, pero terminó cosechando más del 40 por ciento de los votos. O termina mal como De La Rúa con saqueos, muertos en la calle y helicóptero.
Pero también existe la posibilidad de que ese final negativo y frustrante no sea en el corto plazo, o simplemente no ocurra. Que más de la mitad de la población se acostumbre a las limitaciones y a las restricciones económicas, que resista ajustes y reajustes, que limiten sus aspiraciones presentes y a mediano plazo, y entonces no habrá catástrofe, sino crisis sectoriales y desgaste oficialista, mientras las mayorías logran orden y previsibilidad en la medianía y la pobreza.
El equivocado espejo del 2019
El general Perón inmortalizó la frase que dice: “No es que nosotros seamos buenos, sino que los demás son peores”. Hay varios modelos históricos que sustentan esa frase, esa idea, pero no el último.
Pensemos que mientras Macri ajustaba tarifas y se endeudaba a niveles históricos, López llevaba bolsos repletos de dólares a un convento, una máquina vial excavaba el desierto patagónico en busca del tesoro K, un remisero tomaba notas de fabulosas coimas en un cuaderno y otras tantos hechos que parecían destruir el pasado. Pero ese pasado en vías de destrucción también tenía una memoria de bonanza económica, de salida de una crisis terminal como la del 2001, toneladas de cemento en obras públicas y viviendas, barrios marginales mejorados, asfaltos y escuelas, y otro puñado de decisiones políticas que acompañaron las demandas de muchos sectores de la población.
Ahora la memoria es otra. Mientras Milei lleva adelante, “el ajuste más grande de todos los tiempos” con “motosierra y licuadora”, el recuerdo del gobierno anterior es la pandemia, la calidad de vida decadente y la inflación, entre otras desgracias. No hubo respuesta a las necesidades de las mayorías. A ello se le suman la hipocresía, la corrupción, la violencia y el abuso de encumbrados personajes del peronismo, en las que hoy sobresale el mismísimo expresidente.
Cuando llegue el 2027, el peronismo deberá exigirle a la memoria colectiva del votante que retroceda 15 o 20 años, cosa que le podrá pedir sólo a los mayores de 35 años, que representan a menos de la mitad de la población.
El difícil arte de despegar
Crisis, catástrofe o apocalipsis “mileista”, pueden no ser suficientes si la memoria colectiva identifica a dirigentes peronistas como responsable de un presente desastroso y un futuro poco prometedor.
Para los dirigentes del peronismo parece una tarea imposible separar la paja del trigo, les cuesta despegarse, correr a los malos de la foto. El pasado fin de semana, después que el expresidente Alberto Fernández fuera denunciado por violencia de género, el principal emergente peronista de cara al 2027, Axel Kicillof, apareció sonriente junto al procesado por abuso sexual Fernando Espinoza. Difícil de explicarlo y entenderlo.
Posiblemente sigamos siendo un pueblo sin memoria, pero desde hace una década las redes sociales funcionan como una memoria alternativa que genera un nuevo sentido colectivo. Mientras la Libertad Avanza es la campeona en ese terreno después de desbancar al “macrismo”, el peronismo todavía no sabe cómo usarlas.
En síntesis, en este escenario de crisis permanente, la resurrección del peronismo-kirchnerismo es directamente proporcional al tamaño de la misma. Si la crisis se convierte en catástrofe, mayores chances de retorno. Pero es necesario recordar que nunca es un buen mensaje vivir apostando a perdedor.
Gracias por leer.