Por Christian Skrilec
El senador Luis Juez, cordobés, suele repetir que “esto no se prende fuego porque el monopolio de los bidones de nafta es del peronismo”. La argumentación encuentra su semilla en el 2001, donde el caos social, los saqueos y los desbordes de violencia, habrían contado con el tácito aval del peronismo bonaerense, por entonces controlado por Eduardo Duhalde.
Obviamente, el contexto económico social de aquel momento histórico era un campo fértil para que la crisis creciera de manera imparable, tal vez hoy, el contexto sea similar pero los niveles de contención son muy superiores, además, y pese a destartalarse como movimiento y unidad política, el peronismo sigue controlando buena parte de los bidones.
Será por ello, que pese al éxtasis casi sexual que exhibían algunos comunicadores al hablar de los saqueos que ocurrieron la semana pasada, lograron propagar temporalmente el temor en determinados barrios pero no el caos general que pretendían.
Aproximadamente 150 intentos de saqueos en la provincia de Buenos Aires parecen muchos, pero sacando los hechos concretados en los distritos de Moreno y José C. Paz que se viralizaron al ritmo de bots y cuentas fantasma, las imágenes que eran común denominador en el conurbano fueron la de grupos de no más de una decena de jóvenes pateando persianas o juntándose celular en mano en las cercanías de algún supermercado. En la enorme mayoría de los casos, disuadidos y desconcentrados por el accionar de la policía. Cuantificando los hechos con objetividad y dividiéndolos por los treinta grandes distritos de la Provincia con sus respectivos bolsones de marginalidad y pobreza, estuvimos lejos del caos esperado por algunos.
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El peronismo es un peleador que está al borde del nock out. Reblandecido por una pésima gestión y debilitado por elecciones primarias que lo muestran a punto de caer. Muchos creen que es el momento de atacarlo y exhibir que es vulnerable en los lugares que nunca imaginaron que lo sería.
El peronismo, para recordarle a los distraídos, es el nombre genérico que conjuga a los sindicatos, los movimientos sociales, el PJ y el kirchnerismo con sus distintos niveles de dureza.
Ese peronismo, ese conjunto es el que viene golpeado. No sólo por los males del presente si no por los errores acumulados. La marginalidad, el “lumpenaje” adolescente y joven no es un producto reciente, sino el resultado de este siglo, sus edades lo demuestran. El resquebrajamiento del relato del “estado presente” y la “inclusión”, no sólo se evidencia en los catastróficos resultados de las evaluaciones educativas y la violencia social expuesta en la inseguridad, también resalta en las urnas.
Que la Libertad Avanza, de la mano de Javier Milei, haya obtenido en los barrios más postergados del conurbano bonaerense un volumen de votos que supera su media provincial, demuestra que el peronismo no es la única salida para los sectores más débiles de la sociedad.
Después del 2001, el peronismo se ha vuelto un experto en contener socialmente, pero no en desarrollar, incluir o rescatar a los que más lo necesitan.
El rechazo al discurso de “proteger tus derechos” exhibió que el imaginario oficialista está muy lejos de la realidad. Los sectores más vulnerables ya saben que la educación no les garantiza la movilidad social, que el acceso a la salud pública es limitado y precario y que la política de seguridad es ineficiente para combatir el delito. La respuesta de los jóvenes de los barrios ante los planteos de la militancia oficialista, manifestando “yo no tengo derechos”, fue moneda corriente cuando excepcionalmente esos jóvenes se avinieron a escucharlos.
No hay recuperación electoral sin autocrítica nacional y provincial. La eficacia de las gestiones distritales ya no son suficientes cuando los problemas exceden la competencia municipal. Las dificultades que nos agobian no se resuelven en el mostrador de los Intendentes, que ya sólo pueden subirse al bote salvavidas de su distrito, y como mucho, argumentar que el barco del peronismo es el único que puede llegar a buen puerto, mientras que el resto no tiene otro destino que hundirse. El problema es convencer a todos aquellos a los que el agua empieza a taparlos.
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Aunque limitada, quizás esta sea la explicación para entender a las cadenas de comunicación, que desde la televisión, la radio o las redes sociales, auguraban el inicio de un apocalipsis social en el país pero fundamentalmente en el conurbano.
El principal intento de saqueo de la semana no fue a los comercios, sino saquear al peronismo de sus recursos simbólicos, mostrarle, parafraseando a Luis Juez, “que ya ni siquiera controlan el bidón de nafta”, que ya no contienen a los sectores más postergados.
Lamentablemente, algunos de esos recursos, el peronismo ya los ha perdido. La pregunta que deben hacerse sus conductores, es si pueden recuperarlos y ofrecérselos a los votantes que alguna vez lo acompañaron.
Gracias por leer.