Luego de tres años de gestión, Alberto Fernández parece haber encontrado un eje de referencia que se opone a su gestión y a la continuidad del peronismo en el poder: los medios de Comunicación y la Corte Suprema de Justicia. En un «kirchnerizado» discurso en el que señaló a sus adversarios, el Presidente de la Nación abrió la Asamblea Legislativa en el Congreso en la que hizo un repaso de su gobierno, enfocado en una mirada unipesonal de la tarea; y defendió vehementemente a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de «los ataques» del poder Judicial.
El contexto para la última Apertura de Sesiones ordinarias del mandato de Fernández fue particular. En 2022, la oposición había abandonado el recinto, pero llegaba este año con quizás una mayor resistencia interna del propio oficialismo. Eso lo marcó la única ausencia entre los legisladores, la de Máximo Kirchner. En tanto, iba a ser el primer encuentro público con CFK en meses, así como la vuelta de la vicepresidencia a la actividad parlamentaria.
En ese mar de tensiones, Alberto brindó un discurso de alrededor de dos horas que comenzó con un recuerdo de sus palabras en la apertura del año pasado en la que describía «las singulares circunstancia» en las que se encontraba el mundo y que iban a afectar a la Argentina: el final de la pandemia; la guerra Rusia – Ucrania, que vinculó al aumento de la energía y de los alimentos. Algo que repetiría en su repaso de gestión, en varias oportunidades.
Los 40 años de Democracia fueron también un eje. Luego de pedir un aplauso para los héroes de Malvinas y para las organizaciones de Derechos Humanos que pelearon contra la dictadura, vinculó la fecha a, lo que consideró el «mayor atentado contra la democracia», el intento de asesinado de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Allí llegó el primer sacudón a la Justicia a la que le pidió que «trabaje con la misma premura con que archiva causas en la que jueces, fiscales o empresarios poderosos aparecen como imputados», para juzgar y castigar «a los autores materiales e intelectuales» del intento de magnicidio.
A la hora de hacer un repaso de su gestión, comenzó quitándose culpas, planteó que le tocaron «tres años difíciles», en los que asumió «en un contexto interno signado por la inflación y el endeudamiento, en el que el Estado había abandonado su lugar de ordenador de la economía, y a ello se le sumaron crisis sanitarias, económicas, ambientales y bélicas». Pero el Presidente entiende que «fuimos capaces de hacerle frente a esas situaciones» a pesar que su gobierno tuvo que enfrentar «una desinformación de las políticas nacionales. Ese cerco informativo fue difícil de eludir», planteó señalando a otros de los «enemigos de su gestión».
En un rapto de egolatría criticó a quienes lo acusaron de «moderado» y se puso al frente de un relato en el que resaltó que con su moderación «fui yo» quien acordó con el FMI y los acreedores; le hizo frente a la pandemia y «levantó» el sistema de salud; quien defendió las instituciones en América del sur («Fui yo quien estuvo al lado de Lula Da Silva cuando lo detuvieron injustamente», lanzó); y aseguró que fue él quien estuvo al lado de Cristina tras su intento de asesinato.
Durante el repaso de lo realizado por su Gobierno, consideró que «aún falta mucho, pero «hemos dejado los cimientos sobre el cual construir el gran país que soñamos». Fue recorriendo temas áreas por áreas, con algunas destacadas. La que se llevó la mayoría de las luces fue cuando habló de la Economia. Agradeció «el compromiso» de Sergio Massa por sumarse a la «completa tarea» de conducir el Ministerio. Destacó un crecimiento sostenido de la economía durante 2021 y 2022 y planteó que «todas las proyecciones internacionales señalan que volveremos a crecer en 2023. Serán tres años consecutivo de crecimiento que no ocurría desde 2008».
Consideró a la inflación como «un problema que se remonta a décadas» y para el que no hay «una fácil solución». La adjudicó también a la guerra Rusia – Ucrania por la que Argentina tuvo que gastar 5.000 millones de dólares de más en comprar energía para no detener la producción, y que eso repercutió en los precios. En un dato que hubiese sido valioso que ratifique con números, aseguró que hay «pleno empleo» en 21 provincias; y elevó el trabajo de ANSES en materia de jubilaciones, así como ponderó la aprobación de la moratoria en la Cámara de Diputados que beneficiará a 800 mil personas.
Luego de plantear que «trabajará con cada Gobernador y Gobernadora de la Patria» y la necesidad de un país federal, utilizó eso de pie para dar lugar a la parte más caliente del discurso: una crítica feroz a los jueces de la Corte Suprema de Justicia, dos de ellos que tenía sentados a pocos metros.
Denunció como un «atropello de poderes» la medida cautelar en la causa por la coparticipación que el Estado Nacional le quitó a la Ciudad de Buenos Aires: «Mientras algunas provincias necesitan fondos para obras tan importantes y necesarias como el agua potable, la Corte Suprema de la Nación beneficia a la ciudad más rica del país», dijo ante la mirada de Horacio Rodríguez Larreta presente en el Congreso.
«No puedo ser indiferente al ver las asimetrías que separan a esta maravillosa Ciudad de los rincones de la patria donde se postergan los sueños de argentinos y argentinas que parecen condenados al olvido», sostuvo antes los gritos de la oposición. Un discurso que parecía de despedida se convirtió en una pancarta de las principales luchas que busca dar el kirchnerismo.
Así, el Presidente consideró que «la intromisión de la justicia en la ejecución presupuestaria es inadmisible y, excede sus facultades», para de esta forma criticarlos por sus «probados vínculos poco trasparentes entre miembros del Poder Judicial con empresarios y sectores de poder fáctico».
«El poder judicial hace tiempo que no cuenta con la confianza pública y no se muestra con la independencia requiere ante el poder factico», repitió ante las caras impávidas del presidente el Máximo Tribunal, Horacio Rosatti, y del juez Carlos Rosenkrantz. Acusó a la Corte de «tomar por asalto el Consejo de la Magistratura» y defendió el pedido de Juicio Político contra los magistrados: «No somos nosotros los que atentamos contra la constitución, los que atentan contra la constitución son los que armaron mesas judiciales para perseguir opositores, jueces, periodistas y hasta a sus propios compañeros», lanzó con dardos a la gestión de Mauricio Macri.
El sumun de su «rekirchnerización» llegó con una defensa férrea y vehemente a la Vicepresidenta en la causa llamada «de la obra pública», donde acusó a los fiscales de «simular acusaciones», «ir en contra de todo lo que dice el Derecho Penal» para buscar «buscaron solamente su inhabilitación política».
El clima se caldeó, pero no pasó a mayores. Fernández terminó su discurso pidiendo a la oposición que acompañe los proyectos y políticas para mejorar el país y con un mensaje altamente optimista, considerando el grado de aprobación que muestra su gestión en la opinión pública.