(Por Christian Skrilec)
No habrá magia, ni revolución productiva, ni boom de consumo, tampoco derrame. Ni siquiera la soja, ese yuyo objetivamente kirchnerista, que otra vez supera cómodamente los 600 dólares la tonelada, podrá ayudarnos. La recuperación económica será, en el mejor de los casos, la mejoría de un convaleciente.
Los síntomas y el contexto son certidumbres infranqueables. El acuerdo con el FMI, implicará ajustes y restricciones le guste a quien le guste. La reconfiguración internacional producto de la guerra traerá consecuencias presumiblemente malas. La inflación es indomable en el corto plazo, y los salarios, los de la mayoría, siempre pierden. Podría seguir hasta el hartazgo con la riestra de males, pero cualquier observador que se precie coincidirá en configurar un escenario de crisis.
El corto plazo es negativo por donde se lo mire y el mediano plazo lo veremos andando. Mientras el humor social se oscurece y la evaluación de la ciudadanía respecto al gobierno nacional es cada vez más dura, el oficialismo está en tiempo de descuento.
Si bien para el oficialismo, la elección nacional no es una causa absolutamente perdida, como asegura la oposición en voz baja pero entusiasta, empieza a dibujarse como un horizonte demasiado complejo de alcanzar. Pero la provincia de Buenos Aires es otro mundo, y los municipios del conurbano que definen su fututo pertenecen a otro universo.
En ese universo diferente o argentina paralela, días atrás se reunieron los intendentes oficialistas de la Tercera y Primera sección electoral, y sintéticamente pidieron dos cosas, que mejore la economía y la seguridad. Los pedidos tienen dos terminales evidentes, la economía es responsabilidad del gobierno Nacional, y la seguridad de la gobernación. La demanda es sencilla pero la respuesta parece imposible.
El repliegue de las ambiciones se acelera al ritmo de la crisis, que su vez se reconfigura en caos político institucional producto de una interna oficialista que no afloja pese a que la mayoría de los integrantes del Frente de Todos entiende que es urgente bajar la intensidad de los enfrentamientos por lo menos hasta fin de año.
En este escenario de desbarajuste general y sin recetas claras para ordenarlo, la única salida de los Jefes Comunales es gestionar lo cotidiano para proteger el territorio.
La posibilidad de reelección tranquilizó a muchos, aunque resignar los espacios de poder que consiguieron los intendentes en el gobierno nacional y provincial, gracias al revoleo de desaciertos de Alberto y Axel, es un trago amargo que preferirían evitar. Pero primero está lo propio, el territorio, el municipio.
El día a día se volverá fundamental, los jefes comunales no pueden descuidar lo básico: cambiar la lamparita, destapar el sumidero, juntar las ramas, entregar facilidades para el pago de tasas, caminar los barrios, concretar obras de bajo presupuesto, resolver reclamos, y como siempre, prometer futuro. Garantizar la gestión básica es mostrarle al vecino que pese a la crisis, se trabaja.
Hay cientos de obras públicas prometidas, con presupuestos asignados e incluso licitadas para los municipios del conurbano, nadie puede garantizar que se concreten, y mucho menos en tiempo y forma. Después de la montaña de recursos puesta en la seguridad (cámaras, móviles, personal), la situación no tuvo mejoras sustanciales, los recursos para el área aparecieron pero la política de seguridad, hasta ahora, ha sido ineficiente. Los aparatos de desarrollo social, Anses y otros organismos siguen repartiendo subsidios, planes, alimentos y demás herramientas para contener a los sectores más golpeados de la sociedad, pero el ritmo de la crisis económica los vuelve insuficientes.
Hacer lo posible parece el lema más adecuado para gestionar, mientras se espera el milagro de la mejoría. Ya llegará el momento de la arquitectura electoral, las internas y el robustecimiento del aparato, e incluso, si el agua llega al cuello, el desdoblamiento de la elección Provincial para evitar el lastre de las boletas nacionales.
Pero todo eso es futuro, el hoy está limitado a lo cotidiano, conviviendo con un humor social devastado por las dificultades diarias. Mantenerse en pie y funcionando sin conflictos propios, parece ser la mejor estrategia de cualquier política municipal que se precie.
Gracias por leer.