(Por Christian Skrilec)
Si la Argentina se convirtió en el lugar más caliente del mundo en la última semana, era previsible que el conurbano bonaerense se transformara en un horno. Pero más allá de la temperatura insoportable, la expresión de “estar en el horno”, revela todos sus atributos de frase popular: la situación es crítica y difícil de resolver.
El termómetro rondando los 40 grados por varios días consecutivos nos recuerda que los servicios públicos en la región más pobre del país teniendo en cuenta índices y volumen poblacional, son tan precarios como imaginábamos.
Los cortes de luz parecen un destino irremediable cuando aprieta el verano. Muchos de ellos se solucionan en horas mientras que otros pueden acumular días sin respuesta. Al menos, esta vez, los intendentes de la Tercera no nos bombardearon con su ola de Tweets quejándose de Edesur y explicando la necesidad de inversiones, de respuestas, de estatización y de lo que se les ocurre en ese momento. Esta vez, apenas se quejaron, pese a que los cortes son los mismos.
La falta de agua tampoco es novedad, distritos como Lomas de Zamora o Quilmes sufren de baja presión hace años, e incluso de la falta total de agua, fundamentalmente cuando el consumo se incrementa a la hora de llenar piletas y bañaderas. Si bien es cierto que el trabajo de Aysa se ve en las calles, el agua todavía no aparece en las canillas. Dicen que este año mejorará el servicio, o tal vez eso dijeron el verano pasado.
A todo esto, tenemos al Covid atravesando su mejor momento desde que se transformó en peste y rompiendo todos los records de contagio. Por suerte, la variante actual del virus complica mucho menos, las camas de terapia intensiva no se saturan y el número de fallecidos es proporcionalmente bajo. Pero lo realmente malo fue el confuso mensaje del gobierno: pase sanitario pero playas y lugares públicos atestados, aislamiento preventivo por contacto estrecho a no aislamiento preventivo si estás con la vacunación al día, testearse si testearse no, etcétera. Lo único cierto es que las filas para que te introduzcan un hisopo en la nariz se convirtieron en un calvario.
El resultado fue que el ausentismo trepó a niveles de preocupación tanto en la administración pública como en las empresas privadas. Hay Pymes y comercios cerrados o atendiendo en horario reducido por falta de personal. Lo mismo ocurre con el Estado en cualquiera de sus niveles, incluso en áreas sensibles como la recolección de residuos, lo que provoca acumulación de basura en las calles.
A este panorama, podría sumarse la inseguridad, que sigue diariamente alimentando el morbo mediático y la intranquilidad cotidiana. Salir a comprar algo a media tarde o circular por algún barrio periférico vaciado por el calor, es casi tan inseguro como una caminata nocturna en pleno invierno. Obviamente que esto no lo mostrará la estadística, imaginamos que los estadígrafos y una buena cantidad de punguistas y de chorros, se fueron de vacaciones como el ministro Berni.
Obviamente, ni siquiera la ola de calor pudo frenar las manifestaciones y cortes de calles rutas y autopistas, reclamando por cualquiera de los temas mencionados.
La política con las patitas en la orilla
Pero esta no es la foto del gobierno. La gestión bonaerense festeja lo que podría convertirse en la mejor temporada de verano de la última década, superando las transcurridas en el período 2011-2021, a la que ya podríamos bautizar sin reparos como la década perdida.
Sin dudas que es razonable el entusiasmo, el movimiento turístico de la Provincia rondaría entre dos y tres millones de personas en lo que va de la temporada, y ese número alienta la recuperación económica, la dinámica de consumo y la recaudación provincial.
Pero la especulación sobre el número frío, habla de que sólo un poco más del 50 por ciento de los turistas en el suelo de la Provincia son bonaerenses, aproximadamente un millón y medio de personas sobre una población de 18 millones. Ni que hablar si diseccionamos la situación provincial entre los habitantes del interior agro productivo, los vecinos de los barrios privados y quienes viven en los centros comerciales y gastronómicos de los municipios, comparándolos con el resto de la población.
En síntesis, afirmar que la enorme mayoría no está como la política en general, con los pies hundiéndose en la orilla de la playa, si no sufriendo cortes de luz, baja presión de agua y haciendo colas interminables para testearse, entre otros menesteres, da un panorama más preciso de la realidad que el que se observa con un baldecito en la cabeza.
Gracias por leer
como siempre los politicos se toman vacaciones como si de verdad merecieran no trabajan nunca y se dan el lujo de viajar por el pais o al exterior por si fuera poco los usuarios que pagamos por luz y agua sufrimos cortes los que reclaman son los enganchados que con el mote de pobre se creen con derecho a todo y mientras tanto los giles paganini del gran circo padecemos las falencias de las empresas y el ausentismo politico
decadencia argentina