Las versiones cruzadas, operaciones y especulaciones sobre la salida del ministro de Seguridad de la provincia, Sergio Berni, exhibieron una vez más las tensiones que sobreviven a la derrota electoral y posterior crisis política en el Frente de Todos.
Los cambios que el gobernador Axel Kicillof debió hacer en el gabinete provincial, abriendo la puerta a los intendentes del conurbano, Martín Insaurralde en la jefatura de Gabinete y Leonardo Nardino en el ministerio de Infraestructura, forzando la salida de dos hombres de su extrema confianza como Carlos Bianco y Agustín Simone, derivaron en una tensión interna que persiste y que será difícil de saldar. La relación entre el gobernador y Máximo Kirchner post elección quedó averiada y permanece distante. El kicillofismo está incómodo y desconfía de los nuevos habitantes del gabinete.
Esas tensiones se expusieron en los últimos días a partir de la ola de rumores (u operaciones) en torno de la posible salida de Sergio Berni del gabinete. El lunes, transcendió, o más bien hicieron trascender, a través del periodista, Carlos Pagni, la pelea que el funcionario tuvo con Máximo Kirchner el día de la derrota electoral, confirmada luego por Berni.
“Discutimos, sí, claro, por supuesto. En el peronismo se discute, se discute fuerte, más cuando hay confianza de por medio, sería deshonesto decir que no he discutido muy fuerte con él” reconoció, aunque aclaró que no lo agarró del cuello como dijo el periodista. Según Berni, el motivo de la pelea fue la negativa del hijo de la vicepresidenta a que se abrieran internas.
A esa información siguió una seguidilla de notas periodísticas donde, todo off, se aseguraba que el ministro estará de salida después de la elección, el fogoneo de un posible levantamiento policial, y para coronar, una nota en Clarín donde se afirma que Berni habría dicho que dejaría el Frente de Todos porque es “un cachivache”.
Lo cierto es que el ministro tiene fuertes diferencias con Máximo Kirchner y con su aliado, Marín Insaurralde, con este último la relación empeoró a partir de las protestas policiales del año pasado. Berni estaba seguro de que habían sido impulsadas por lo bajo por los intendentes. La pelea de fondo era porque los jefes comunales querían mayor poder sobre la policía en los distritos y el ministro centralizaba las decisiones y el manejo. Pese a las fotos de rigor, esa tensión sigue.
Kicillof tiene excelente relación con Berni, está conforme con su trabajo y quiere que se quede. Sin embargo, el futuro del hombre de la Seguridad es incierto. Tanto como el de muchos otros funcionarios de la gestión.
“La Cámpora y los intendentes se están loteando el gobierno provincial para después de la elección” afirma un funcionario desde el conurbano. Es una incógnita que sucederá tras la elección, pero lo que es claro es que será determinante el resultado electoral.
Sin embargo, otros cambios en el gabinete suenan con f uerza por estas horas. Entre ellos la salida de otra persona de extrema confianza de Kicillof: la ministra de Trabajo, Mara Ruiz Malec. La funcionaria podría ser reemplazada por el ex diputado provincial camporista Miguel Funes, hoy director provincial de Delegaciones Regionales del ministerio de Trabajo.
Otro nombre que suena hace tiempo para dejar su lugar es la ministra de Educación, Agustina Vila. Kicillof logró mantenerla en su cargo tras las PASO, le dio mayor protagonismo y espera poder retenerla. Además, entre los cambios el gobernador busca crear un ministerio de Ambiente, que podría abrirle al massismo. La tercera pata de la coalición, que aún no tiene lugar en el gabinete provincial.