(Por Christian Skrilec) *
Es evidente que Diego sonaba petulante para los ajetreados pasillos de un barrio periférico y demasiado habitual para la clase media del conurbano.
La “construcción de un puente de confianza”, uno de tantos espejitos de colores que le venden los especialistas en marketing, los sociólogos y los publicitas a los políticos, que a falta de plataformas y empatía compran cualquier cosa, derivó en que Diego Santilli, después de saltar sobre el riachuelo, sea rebautizado como “El Colo”.
Es evidente que en la discusión del equipo de campaña faltaba conurbano, porque hay dos observaciones que saltan a la vista. Diego es un nombre popular, y su identificación subconsciente con Maradona es más positiva que negativa ante las masas barriales que el PRO pretende conquistar. Por otra parte, la asimilación del apodo “El Colo”, para alguien que al fin de cuentas no es tan colorado, turba la memoria atávica de los bonaerenses, ya que como todo el mundo sabe, es bastante común en estos paisajes acusar a los colorados de traer mala suerte.
Después que Vidal desbancara al peronismo de su eterna conducción provincial, las estrategias de acercamiento y generación de confianza con los votantes no tienen límite. Vale recordar que la exgobernadora es el centro de una de las estafas narrativas más importantes que recuerde la política. María Eugenia, “la Leona”, desembarcaba en el conurbano y hablaba con “María” o “Carmen” o “Virginia” del barrio “La Cachilla”, y salía adolorida por la pobreza, el narcotráfico, las mafias, la falta de trabajo y cualquier otra desgracia que le habían contado, con el compromiso de cambiarlo. Lo del “cambio” no salió, y la “orgullosamente bonaerense” volvió a la Ciudad de Buenos Aires, donde parece que son menos exigentes con la congoja y a los tipos algo colorados se los llama por su nombre de pila.
Pero cuidado, no sólo el PRO cae en esta tilinguería publicitaria. Hace unos días no encontramos con un simpático mensaje en el que el Intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, nos cuenta que Martín conduce, Fede es candidato a diputado y Mariano candidato a concejal. Un milagro que no se hayan animado al “Marian”.
Lo cierto es que “Martín” es Insaurralde, intendente de Lomas de Zamora, el mejor heredero de las prácticas que convirtieron a los Jefes Comunales en Barones del Conurbano. “Fede” es Federico Otermín, presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, un recinto donde últimamente aparecieron un puñado de ingenuos pero la historia la exhibe como un lugar donde la política exhibe todas sus malas artes. Mientras que “Mariano”, es Mariano Ortega Soler, secretario de Salud de Lomas, médico de profesión y tradición.
El trabajo político y de gestión diario que se realiza en Lomas de Zamora no necesita de una campaña de “vinculación” con el vecino, tratando de volver terrenal a la clase dirigente. La figura de Insaurralde como Intendente se construyó con gestión para los vecinos y por sus habilidades en la “realpolitik” entre sus pares.
Pero la tendencia de la “campaña de cercanía” crece como los yuyos. Ahora nos enteramos que la primera candidata a concejal de Quilmes es “Ceci”, que hasta hace unos días era la secretaria de Obras Públicas Cecilia Soler, responsable de lidiar con una enorme estructura municipal, pelear por más de 200 proyectos de obra con autoridades nacionales y provinciales, empresarios y financistas.
Honestamente, prefiero que a Lomas lo conduzca Insaurralde, que la Legislatura la maneje Otermín, que la pandemia la combata el Doctor Ortega Soler, y que las Obras Públicas las ejecute y controle la Arquitecta Soler. El conurbano no es un cumpleaños, aunque ahora lo hayamos invitado al “Colo”.
Gracias por leer.
*Producido por Macarena Ramírez