(Por Christian Skrilec)
En medio de esta “catástrofe”, la definición le pertenece a la ministra de Salud de la Nación Carla Vizzotti, parece muy difícil sumergirse en la especulación política. No obstante es un año electoral, que obviamente emergerá a los empujones a través de la “catástrofe” provocada por la pandemia. Lo hará un poco más tarde de lo habitual, hay un principio de acuerdo para retrasar las elecciones primarias y las generales al menos por un mes. Pero antes que nos percatemos se cerrarán las alianzas, los frentes, las listas, y estaremos en una campaña electoral seriamente afectada por la crisis económica y social y los contagiados por Covid 19.
Las consecuencias electorales serán significativas, sin entrar hoy en detalles, podemos resumirlas en los conceptos de gobernabilidad y capacidad de gestionar. En Quilmes, este escenario también será evidente. La disputa política local se resume como pocas veces en los nombres propios de la actual intendenta Mayra Mendoza y el ex intendente Martiniano Molina. El resto es un exagerado elenco de reparto cuyos roles están destinados a un protagonismo circunstancial o a un mero decorado.
Si planteáramos el juego de las diferencias, podríamos encontrar decenas a la hora de comparar a Mayra Mendoza y Martiniano Molina en el terreno político: sus historias, su militancia, su ideología y sus formas de gestionar tienen escasísimos puntos de contacto. Pero hay algo en lo que se parecen, un denominador común que irrita a la política tradicional, y es que ambos aborrecen “la rosca”. La construcción política habitual, el armado retórico de los acuerdos, la disposición de “efectividades conducentes”, el letargo del café y los encuentros de contención, no son lo de ellos. No quiere decir que no lo hayan hecho nunca o que no estén dispuestos a hacerlo en caso de ser necesario, pero es evidente que no les interesa.
El mensaje de Mayra en Semana Santa: “Por más huevos y menos rosca”, prácticamente nos exime de explicaciones. Esta idea se acopla de manera contundente a su liderazgo distrital y se fortalece aún más con su papel de referente provincial y nacional del oficialismo.
Esto no quiere decir que ese liderazgo no sea discutido y observado, podríamos elaborar una dilatada lista con nombres propios disconformes con el accionar político de la Intendenta, que van desde aliados insatisfechos hasta concejales destratados, pasando por discusiones internas dentro de la mismísima “Cámpora” y armados periféricos de viejos pejotistas. No importa, ninguno de esos “enojos” es suficiente para cuestionar y mucho menos enfrentar el liderazgo de Mayra en el Frente de Todos. Ese “enojo” no tiene volumen, ni referencia, ni capitales (económico y político), como para transformarse en alternativa interna. Lo que no quiere decir que los enojados no se vuelvan un problema a la hora de contar los votos.
Para Martiniano las cosas son algo más complejas por una razón bastante sencilla: fue derrotado en las elecciones y perdió el poder. El llano es un territorio difícil, sobre todo para aquellos que no vienen de una vida en la política. Aquí es donde el tiempo de “la rosca” sería imprescindible para la supervivencia de cualquier político, pero este caso es particular, Martiniano no es un político, es una figura de la política.
La oposición en Quilmes parece un cóctel mal batido a punto de derramarse. El desorden y la especulación serían pruebas suficientes para acusar a Martiniano de falta de liderazgo. Una decena de actores se apalancan en “la rosca” para allanarse un futuro: históricos militantes del PRO, referentes del experimento “Hacemos”, ensayos de la probeta de Néstor Grindetti, los pies de Jorge Macri, el radicalismo inquieto y el “monzonismo” extraviado, conforman una masa crítica opositora desarticulada y sin referencia, fundamentalmente, por la retracción de Martiniano.
No obstante a este panorama, Martiniano es la figura opositora excluyente. Las encuestas, a las que el PRO y Cambiemos son tan afectos, no sólo lo posicionan a Molina con números envidiables en el distrito, además lo encumbran como la figura con mayor nivel de conocimiento e imagen positiva en la Tercera Sección electoral de todo el espectro opositor, cuestión que irrita y descompone al resto de los referentes criados y creados en la política tradicional. El riesgo de este esquema, es que un tercer espacio sería un punto de fuga tentador para los que se niegan a trabajar de ayudantes de cocina.
Así las cosas, parece importar poco que Mayra desoiga las quejas de la vieja política y no le dedique tiempo a contener compañeros, o que Martiniano se consagre a escribir un libro que explica su vocación ambientalista, en este escenario son inevitablemente los protagonistas políticos del distrito.
Que la lista oficialista local la encabece Eva Stoltzing, Jonatan Konfino o Florencia Esteche; o que la lista opositora la compongan Ignacio Chiodo, Maru Sotolano o Walter Queijeiro, es en el destino final, irrelevante. La disputa electoral de este año será a la sombra de Mendoza y Molina, una pelea de sparrings para el combate de fondo del 2023, si es que algo o alguien no rellena el vacío político que se genera en sus alrededores.
Gracias por leer.