(Por Christian Skrilec)
Uno no sabe si sentir admiración por la capacidad mercantil de los encuestadores o pena por la volubilidad e ingenuidad de los políticos. Trazar escenarios futuros, componerlos y venderlos, cuando los principales vectores del humor social tienen una volatilidad absoluta, es poco serio. La elección es impensable, o mejor dicho, la voluntad de una enorme porción de los electores, es impensable.
Pero primero lo primero. El cronograma electoral no está definido. Si bien la Justicia Electoral avanzó con las formalidades, se sigue negociando la postergación. Obviamente, condicionar la elección por la evolución de la pandemia parece bastante racional, y la idea que el “oficialismo ahora nos quiere robar las urnas”, como espetó una trasnochada dirigente del PRO, no tiene asidero. Toda la política coincide en que el próximo 10 de diciembre se producirá el recambio de representantes tanto en el Congreso Nacional, como en las legislaturas provinciales y los concejos deliberantes. ¿Cuándo y cómo se llevarán adelante los comicios? Habrá que esperar un poco para que aparezcan las definiciones.
Dicho esto, desembarcamos en lo impensable. Es azaroso afirmar que el oficialismo estará mejor en septiembre que en agosto, o que la percepción de la gente mejorará con el paso del tiempo sólo por recibir la vacuna.
En la provincia de Buenos Aires, fundamentalmente en el conurbano bonaerense, el oficialismo no sólo juega un puñado de bancas, sino también su poder político nacional. Aquí, los vectores que definirán la elección son claramente tres: economía, pandemia e inseguridad. Es más, si hiciéramos caso a los estudios de opinión pública, las síntesis de los mismos pondría en primer lugar a la economía, en segundo lugar a la inseguridad, y en un cómodo tercer puesto a la pandemia.
Es presumible que estos tres factores decisivos no afecten a los votantes cautivos que se paran a uno y otro lado de la grieta. Para ese largo tercio de bonaerenses, más de un treintaicinco por ciento de los votantes que acompaña al oficialismo, la economía será mejor que durante el “macrismo”, la inseguridad será la misma, y la pandemia una desgracia que afecta al mundo y que por suerte el gobierno actual hace todo lo posible por combatirla. Para los otros, los opositores irreductibles, un tercio corto de los votantes que coquetea con el treinta por ciento, todo es peor que antes y la pandemia apenas una justificación del desastre.
La clave está en el tercio restante, que va y viene al ritmo de las circunstancias generales y personales. Para este grupo, el estado de la economía, la seguridad y la pandemia serán determinantes.
La voluntad electoral de ese tercio será sensiblemente distinta si la economía se recupera o da señales de recuperación, con una inflación desacelerada, un aumento en el consumo y mayor oferta laboral, que si se enfrenta una economía estancada, una inflación galopante y el temor a quedarse sin trabajo. Tampoco será lo mismo ir a votar en medio de una ola de delitos multiplicados mediáticamente y consolidados con algún hecho cercano, que con la sensación que el gobierno hace lo posible por combatirlo. Y como es obvio, no será lo mismo ir a votar con tres cuartos de la población vacunada, que con menos de la mitad con apenas una dosis. No hay que ser un erudito para entenderlo, pero hay que ser mago para pronosticar cuál será el escenario.
Hoy las señales no son prometedoras, pese a los malabares del ministro de Economía en los foros internacionales, la tranquilidad del dólar y las pequeñas señales de recuperación económica, los números de la inflación y el crecimiento de la pobreza son desalentadores. En lo que se refiere a la seguridad, la Provincia y los municipios están realizando la inversión más importante en décadas, pero los resultados son escasos. El plan de vacunación es valorable por un sin número de razones, pero la dependencia en la recepción de vacunas y el daño publicitario de un puñado de “vacunados vip” hace tambalear su éxito. Además, en todos estos rubros, la comunicación y los comunicadores del gobierno, son malos. El fututo inmediato es incierto.
Empecé hablando sobre los encuestadores y cierro citando a uno de ellos. El analista y consultor Rosendo Fraga suele repetir que “lo que en otros países pasa en dos años en la Argentina pasa en dos semanas”. No sólo nuestra percepción de la realidad, sino que nuestra realidad es extremadamente maleable, y lo elección que hoy es a todas luces impensables, en un par de meses, puede ser razonable y clara.
Gracias por leer.