(Por Christian Skrilec)
No sabemos. No sabemos qué puede pasar en Latinoamérica con las protestas en Chile y el golpe de estado en Bolivia. No sabemos cómo cierra el conflicto en Ecuador ni qué pasará con la liberación de Lula en Brasil. Si nuestro futuro era incierto después de las elecciones de octubre, lo es mucho más ahora, con un mapa que se sacude al ritmo de la crisis.
A nuestros problemas, graves, como la inflación galopante, la inestabilidad cambiaria, la pérdida de empleo, el cierre de pymes, lo salarios ajustados, la falta de oportunidades laborales, la deuda externa, la inseguridad creciente, y la ruptura ideológica de los dos grandes sectores políticos, entre otros, se le suma el condimento externo.
La relación económica con estos países trae consecuencias insospechadas. Una profundización en el conflicto boliviano puede repercutir de innumerables formas en tu barrio, como un aumento en el precio de los combustibles hasta falta en el suministro de gas si la crisis llega a la producción de hidrocarburos. Si la pirotecnia verbal entre los presidentes de Argentina y Brasil deriva en una batalla económica, la balanza comercial se bamboleará, crecerá el déficit y los recursos serán aún más escasos.
No sabemos cuál será el gabinete de Alberto Fernández. Si bien se especula con varios nombres la alineación definitiva no sale a la cancha. Y los nombres hacen a la gestión. No sabemos cuál serán las claves de su política económica y su impacto social. No sabemos cuáles serán los acuerdos que le darán gobernabilidad, qué relación tendrá con los sindicatos, con las empresas. Cómo contendrá la interna latente del Frente de Todos y qué relación mantendrá con los opositores…
Tampoco sabemos con quienes trabajará Axel Kicillof en la gobernación bonaerense. Sólo un pequeño grupo de nombres brota desde su entorno cuando para gobernar la Provincia se necesita de una multitud. Contará con el apoyo del gobierno Nacional, se recostará políticamente con los Intendentes, logrará contener las demandas de los estatales, aumentará los impuestos…
Esto es la incertidumbre política en la que hoy vivimos, y esa incertidumbre repercute inevitablemente en nuestra vida cotidiana. Con algunas ideas simples en pocas líneas intenté abordar un panorama que parece muy poco alentador. Porque en realidad, todos estos problemas son mucho más complejos, están interconectados, y tienen consecuencias de todo tipo.
También es increíble admitir que hasta hace pocos días la Argentina se parecía más al culo del mundo que nunca, y hoy se parece medianamente a un país ordenado. Los liderazgos políticos que aborrecemos, porque si no los aborrece uno los aborrece otro, generan al menos un equilibrio que puede evitar conflictos mayores. Hoy se presenta como un disparate que “macristas” o “kirchneristas” fomenten un caos que genere acefalías, levantamientos o golpes de estado. Tal vez de algunas enfermedades estemos curados.
No obstante, la incertidumbre es peligrosa. Fundamentalmente porque paraliza. No poder proyectar porque el futuro es confuso no sólo disminuye la audacia de los inversores y retacea la fuerza de los productores, te saca las ganas de alquilar el salón para festejar los 15 de la nena. Nos volvemos conservadores en nuestra ambición y pasamos a cuarteles de invierno.
Pero también hay gente que no puede esperar y demandas que necesitan respuestas. Si la incertidumbre también inmoviliza a la política, esa incertidumbre, esa inmovilidad, se vuelve peligrosa.
El nivel de demanda ciudadana crecerá con el cambio de gobierno. Los sectores a los que les urge una respuesta están esperanzados en que el futuro Presidente, Gobernador o Intendente pueda brindarle soluciones. El problema es si esas soluciones son posibles. Paradójicamente, los gobiernos municipales, que son la primera línea de respuesta, son los que menos condiciones tienen para darla. La demanda siempre es ascendente y más temprano que tarde llega a todos los estamentos.
El escenario va tomando forma de campo de batalla y la política debe dar pelea. Como primera acción, debe salir de la incertidumbre y empezar a explicar cuál es el camino que tomará para salir de este atolladero. A nosotros no nos quedará otra que transitarlo.
Gracias por leer
*Publicado en la edición Nro. 953 del semanario “El Suburbano”..
Christian: en el análisis que haces creo que siempre falta una cuestión central. Por encima de las cuestiones locales hay una que es central y con la cual nos dominan y es la Deuda. Bolivia sería la excepción que justifica la regla y por eso el golpe. La calma que de golpe parece reinar, terminará abruptamente y solo repito una frase «dentro del sistema de la deuda no hay salida».