(Por Christian Skrilec) El clima político de este año fue tan fuerte que hasta la navidad se está viendo empañada. Los prosaicos analistas económicos insisten en no poder especular sobre el tamaño de la bolsa de regalos navideños y el éxito o fracaso de la temporada turística, por culpa de la transición económica y el cambio de modelo. Entre expectativas, ansiedades, optimistas por naturaleza y desconfiados crónicos, el gobierno nacional da sus primeros pasos. Mientras un sector ve un oasis en el camino, los agoreros nos condenan al desierto.
En su arbolito de navidad, el PRO se encontró con muchos más regalos de los que esperaba. El niño Mauricio pidió la Nación, pero resultó ser que los bonaerenses también le habían escrito al gordo barbudo del polo norte pidiendo la Provincia y decenas de intendencias, incluyendo Quilmes, La Plata, Bahía Blanca, 3 de Febrero, Lanús, Mar del Plata, y otros tantos elefantes indomables.
El pasado viernes, en un bar clásico de la ciudad de La Plata en la esquina de 6 y 47, un novel funcionario amarillo de la gobernación hacía dos confesiones, primero dijo interesado que la ciudad de las diagonales le parecía atractiva, y en segundo término, que nunca se imaginaron que iban a tener que gobernar la Provincia. Esta confesión que viví en directo se repite en múltiples reuniones de trabajo. Se hizo campaña por la presidencia, y la sorpresa fue Buenos Aires, nadie estaba preparado, hasta principios de octubre, el riñón de María Eugenia Vidal especulaba en el armado del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Metáfora futbolera: el Pro tiene equipo, pero todavía el plantel es corto para semejante campeonato. Los partidos hay que jugarlos y todos son por los puntos.
La cocina de Quilmes
Hablando de metáforas, en nuestra ciudad ya nunca será abusivo escribir analogías culinarias. Quizás Martiniano Molina recibió su regalo diez días antes del cierre de listas, cuando le ofrecieron ser candidato y aceptó, pero después arrasó por mérito propio. Las explicaciones para que haya logrado casi el 45 por ciento de los votos son múltiples y discutibles: el sello del PRO, la caída general del FpV, la mala gestión de Gutiérrez, etcétera. Pero Martiniano sacó muchos más votos que Macri, más que Vidal, y es uno de los intendentes más votados de la historia. En síntesis, la gente, el vecino, lo apoyó y lo apoya, dependerá de él que lo siga haciendo.
Obviamente, también su plantel es corto. Analizar un gabinete por diez días de gestión es un disparate. Pero hasta un observador distraído puede darse cuenta que hay tipos que tienen muy claro lo que tienen que hacer, y otros que no saben ni dónde están parados, a algunos les sobra confianza y a otros el susto le sale por los ojos. Venimos de una gestión fragmentada como la de Gutiérrez, donde convivían laburantes de tiempo completo y vagos consumados, funcionarios honestos y cuatreros de feria. La ciudad no puede volver a darse el lujo de tener una gestión partida.
Hay una obsesión por mostrarse distintos. Aunque soy de los que prioriza el fondo sobre las formas, no me disgusta. Esto se manifiesta exageradamente en Mauricio Macri, pero también se observa en Molina y su gestión. Si las formas y el estilo dan respuesta a los vecinos, bienvenido sea.
Desde el punto de vista local, algunas señales son positivas. El área de servicios públicos se muestra mucho más laboriosa en lo que a limpieza se refiere, en la misma sintonía se trabaja desde la recolección de residuos, tratando de mostrar una ciudad más prolija y que el vecino vea que se está trabajando. Obviamente, es un primer paso en una ciudad que no necesita maquillaje sino cirugía estética reconstructiva. Pero insisto, son señales positivas, aunque la totalidad de la gestión es mucho más compleja que el barrido.
En fin, Papá Noel se vistió de amarillo, o mejor dicho, la democracia, los votos, lo vistieron de amarillo. Quizás no le podamos pedir regalos demasiado elaborados, pero al menos en esta navidad podría traernos un poco de compromiso, trabajo, y responsabilidad.
Gracias por leer.