(Por Christian Skrilec)
Cometen una infidencia y me cuentan lo siguiente: En diciembre del año pasado, personal del ministerio de Salud pone sobre el escritorio del Gobernador Kicillof una encuesta que dice que el 90 por ciento de los bonaerenses está conforme con la atención recibida en los hospitales públicos de la Provincia.
No tengo dudas que ese número debe ser mayor si se toman los servicios de excelencia que presta el Hospital de Alta Complejidad Néstor Kirchner (más conocido como Hospital del Cruce), ni tampoco tengo dudas sobre lo que respondieron todos aquellos que salvaron su vida o fueron sometidos a una cura en una de las increíblemente eficaces guardias hospitalarias bonaerenses, donde el mérito y el conocimiento de los profesionales es admirable. Ahora bien, cabría preguntarse si los miles de bonaerenses que esperan 30, 60 o 90 días para obtener un turno con un especialista están conformes; o si los cientos que ven aplazados o suspendidos su atención o sus estudios por deficiencias en la aparatología o falta de personal están también conformes.
Ni que hablar si se encuestase a los más de dos millones de beneficiarios de IOMA, que a mayor necesidad, mayores trabas burocráticas y mayores deficiencias encuentran a la hora de recibir las prestaciones requeridas. Ioma es la obra social más importante del país, está administrada por el gobierno bonaerense y su funcionamiento es malo.
El gobernador miró la encuesta sobre la atención en los hospitales, la creyó y felicitó a su Ministro de Salud.
La misma creencia persiste en el Gobernador al a hablar de seguridad. Si bien es cierto que las mediciones oficiales muestran un baja en la cantidad de homicidios cometidos en el amplio territorio bonaerense, cifra que merece numerosos análisis para entenderla, por ejemplo: el conurbano triplica la cantidad de homicidios dolosos respecto al resto de la Provincia en una relación de 4,9 cada cien mil habitantes contra 1,6, y en el caso de algunos distritos como La Matanza y Moreno duplican el número nacional. Pero en fin, datos son datos y Buenos Aires está lejos de ser el “baño de sangre” que pregonan los libertarios.
Pero también está muy lejos de ser un lugar seguro para vivir. Las entraderas, los robos y los arrebatos son parte de la vida cotidiana en el conurbano bonaerense, y por supuesto, la mayoría de ellos no se denuncia. La única estadística seria es la del robo automotor, por la intervención del seguro de los vehículos, el resto, es más que opinable.
A esta realidad cotidiana debe sumarse el admitido crecimiento de la violencia en la ejecución de los delitos: golpes, balazos y puntazos que hieren físicamente a las víctimas y afectan socialmente a barrios enteros.
La inversión más grande en seguridad en la provincia de Buenos Aires y los principales municipios que la integran, efectivizada por la gestión Kicillof, no tuvo ni tiene un correlato de eficacia en el combate contra la inseguridad. Las explicaciones son muchas y variadas, pero el fracaso es el mismo.
Por último, está la cuestión educativa. Nadie en su sano juicio puede discutir la debacle general de la educación en el país y en cada una de sus provincias. Admitido el problema las soluciones son múltiples y con análisis y abordajes de toda índole. Para el Gobernador, como lo admitido públicamente, el principal problema es la deserción escolar, y para ello ha implementado una serie de reformas en el sistema secundario. Antes de seguir, un dato paradójico, con el sistema actual que toma la cohorte de alumnos entre 11 y 17 años, la deserción cayó un 9,3 por ciento en la Provincia en los últimos años.
No obstante a ello, el gobernador implantó esta reforma (que valdría la pena explicar si no fuese que implicaría un par de miles de palabras) que tiene una importante resistencia en la comunidad educativa, pero fundamentalmente en los docentes, que la consideran inaplicable en el mediano plazo. Los problemas de infraestructura, cantidad de matrícula y carga horaria, se muestran insalvables con el correr de los ciclos lectivos, y todo redundará en una peor calidad educativa.
Está claro que el Director General de Escuelas, sus reputados asesores, y especialmente los gremios docentes encabezados por SUTEBA, deben haber exhibido cantidades de documentos e informes con la aceptación de la reforma.
Seguramente, del mismo modo que la encuesta sobre los hospitales públicos, el Gobernador creyó.
La ilusión como conclusión
El problema que aparece con una magnitud insoslayable en el horizonte político de la Provincia, es que el Gobernador Kicillof considera que en las áreas más sensibles bajo su responsabilidad: seguridad, salud y educación, está gestionando eficazmente, o aún mejor.
Tal vez sea cierto que Axel Kicillof y los suyos estén gobernando lo mejor posible, gestionando con excelentes intenciones y mucho más eficazmente que los gobiernos anteriores. Pero de ahí a que el bonaerense de pie esté satisfecho con el gobierno hay un abismo. Y todo parece indicar que el Gobernador vive en la ilusión de llevar adelante un gran gobierno, que objetivamente no se condice con la realidad de las mayorías.
Obviamente, en una elección desdoblada, se pondrán en primer plano estos temas y no las políticas económicas, ideológicas y sociales que ejecuta el gobierno nacional bajo la presidencia de Javier Milei. Entonces la ilusión, se vuelve políticamente peligrosa.
(Continúa en la Parte Dos)
Gracias por leer.