(Por Christian Skrilec)
Asistimos a la demolición sistemática del imaginario histórico peronista y a la incineración del relato kirchnerista, tejido lenta y hábilmente durante décadas. Milei es el emergente de esta demolición, que junto a la Libertad Avanza y sus aliados políticos y económicos, proveen el combustible discursivo en cada oportunidad que se presenta para la incineración.
El peronismo-kirchnerismo no tiene respuestas, siguiendo con la alegoría, no tiene bomberos aptos para apagar el fuego ni albañiles que apuntalen su estructura.
La denuncia contra Alberto Fernández por violencia de género es otro mazazo a la narración, un golpe que enmudece. Alberto fue el último presidente peronista, fue el elegido por Cristina Kirchner y sustentado por Sergio Massa.
Destrucción por acumulación
Al anti-peronismo todo le suma para restar. La denuncia contra Alberto se adiciona a la condena por violación y abuso al exgobernador José Alperovich, y al procesamiento del intendente Fernando Espinoza por abuso sexual. En lo formal hay cosa juzgada en el caso Alperovich, mientras que el resto transita las instancias judiciales.
Los avances en política de género durante la gestión de Cristina Kirchner al frente del Ejecutivo, se cuestionan, trastabillan y caen, bajo el empujón de la hipocresía.
La gravedad es negarse a ver que un idéntico sistema de degradación sufren los reclamos gremiales y salariales en voz de sindicalistas perpetuos y millonarios. Lo mismo ocurre con la acción social solidaria y necesaria, que se destruye a manos de referentes de movimientos sociales devenidos en empresarios, que cuentan los billetes de la extorsión sobre los planes en galpones oscuros de comedores fantasma. Es el mismo modelo que se derrumbó mientras se les advertía a los votantes que iban por los derechos que hacía años habían perdido.
Los aciertos se desvanecen ante errores manifiestos. La discusión ideológica, programática y conceptual se ensucia y se contamina hasta transformarse en una parrafada que nadie está dispuesto a escuchar.
Echar a Espinoza
La forma correcta de decirlo es que hay que licenciar a Fernando Espinoza en sus funciones como Intendente de La Matanza. Correrlo, pedirle que dé un paso al costado por el bien de la oposición y el peronismo. Posiblemente la acción no sea lo que exigen los oscuros códigos de la política del conurbano, pero es un camino, una forma de revivir una opción política que está en proceso de descomposición.
No se puede reconstruir la oposición y el peronismo con los mismos actores que lo destruyen con su mera presencia. E insisto en esta imagen: anunciar una reforma educativa en la provincia de Buenos Aires por más brillante que sea, con la imagen de Roberto Baradel, a quién ocho de cada diez bonaerenses identifican con la destrucción de la educación pública, no es una simple torpeza, es de una imbecilidad política preocupante.
Mientras se rumea un discurso convincente en lo económico y lo social, discurso que se disolvió durante la gestión “massista”, se necesita un gesto de resurrección, hay que apagar el incendio, apuntalar una estructura que se derrumba. Echar a Espinoza es una posibilidad de empezar a reescribir la narración de un peronismo renovado.
Gracias por leer.