(Por Christian Skrilec)
Los indicadores económicos, aquellos que la vocación oficialista prefiere omitir, solidifican los argumentos apocalípticos. Caen la producción y el consumo, el uso de la capacidad instalada está en los valores más bajos del siglo, se apilan las suspensiones y los adelantos de vacaciones y se estima que los despidos serán moneda corriente en esta mitad de año. También hay una tensión social que se desbordó y controló a duras penas en Misiones y rebotes en Corrientes y Río Negro. Por agregar otras pruebas circunstanciales en apoyo a los agoreros del desastre, no hay una sola encuesta que informe sobre una baja de la inseguridad en el conurbano, el problema del suministro de gas dejó a choferes a pie y a industrias paradas, la administración de la asistencia alimentaria es vergonzosa, y la nafta vuelve a aumentar a un ritmo que inevitablemente impactará en la cadena de costos. Podrían agregarse muchos más desaguisados.
Así estamos, con estos enunciados que se sustentan en datos reales y formales. Pareciera que el apocalipsis político y social se acerca a paso lento pero seguro, y sus agoreros se deleitan con el éxito y las consecuencias de sus predicciones.
Pero permítanme contarles una historia: Este mes, en el salón de un club de barrio del conurbano bonaerense, se festejó un cumpleaños de 15. No fue en un salón de fiesta fastuoso, tampoco en un Club Top, tipo los salones que tiene el Club Náutico en Costanera Norte, repito, fue en un salón de un Club de Barrio del conurbano que posiblemente tenga problemas para pagar el servicio eléctrico si no aumenta el alquiler de la canchita de fútbol a la noche. La agasajada y sus compañeros van a una escuela pública. La mayoría de los adultos son del barrio o los alrededores. En el apogeo de la fiesta, con todo lo que ello implica, mientras de fondo sonaban María Becerra, o Louta o Dillom, por imaginar la estridencia de la alegría del cumpleaños, cambia la música y suena Panic Show (la canción de La Renga fetiche de los actos del presidente), y un tipo vestido de traje, con una peluca y una motosierra en mano, se mete a bailar al lado de la quinceañera. Los adolescentes, acompañados por la mayoría de los adultos, tapan el sonido al grito de “Milei, Milei!!!”
Esta historia me la refirió uno de los presentes en el lugar, que no salía de su incredulidad, porque el barrio y las familias que estaban en el festejo, no la están pasando bien. Repito, tengan en cuentan la escenografía, la pizza no la servían a las seis de la mañana, era el plato principal.
¿Y entonces? Entonces te agrego que el festejo fue en el Almirante Brown, donde el peronismo es imbatible hace décadas. No, que ni se te ocurra, no fue en Adrogué.
Algo pasa, entre el desastre económico y el “ajuste más grande de la historia” (Milei dixit), el Presidente es vivado en un barrio donde el peronismo gana las elecciones. Y no me digan que es parte de la joda, porque no tengo noticias de tipos que se disfrazaran de Alberto Fernández o De la Rúa o de Macri para animar fiestas de 15. Bueno, de Macri tal vez en alguna fiesta del Hotel Faena…
Mi conclusión es simple, el peronismo bonaerense tiene que intentar comprender que esta variable política, lo ocurrido en el cumple de 15, es tanto o más pesada a la hora de medir las ambiciones que la vergonzosa y políticamente nociva denuncia contra el Intendente Espinoza, más significativa que los oxidados encuentros multisectoriales, y más elocuente que todos los discursos que perdieron sentido.
No quiero ponerme demasiado filosófico, pero se ha vuelto evidente que el desastre exige una respuesta más profunda, que implica una re significación y una reconstrucción de sentido. Salvo que crean que cuando la única manera que tenga la clase media de gastar plata sea raspando una moneda contra el cordón, los pobres se agolpen en las puertas de los municipios pidiendo comida, y los privilegiados tengan miedo, el camino de retorno al peronismo en cualquiera de sus formas sea el único camino para los votantes.
Sin dudas esta es una variable política que ha tenido su lógica durante décadas, y no hay que descartar que sea en un futuro próximo el principal apalancamiento opositor, pero no debe sorprendernos si esto no sucede. La oposición, si es que piensa verdaderamente en acceder al poder, debe empezar a sopesar seriamente que esta variable, la de la eclosión social, no se produzca o llegue demasiado tarde.
Gracias por leer.