(Por Christian Skrilec)
El debate presidencial es Ley, el 13 de diciembre de 2016 fue publicada en el boletín oficial, en consecuencia, hay que cumplirla. Todo claro menos para los dos candidatos más votados en las PASO, Mauricio Macri y Alberto Fernández, que entre ambos superaron holgadamente el 80 por ciento de los votos.
Es que el debate incluirá a otros cuatro candidatos, Roberto Lavagna, Nicolás del Caño, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión. Nadie duda que las minorías deben respetarse y todas deben participar del debate, pero aunque suene paradójico, la lógica institucional no es la lógica política.
Ni a Macri ni a Fernández le sirve el debate. El Presidente está sitiado por una crisis económica profunda y un descontento social que lo dejó a más de 15 puntos de su principal competidor, debatir significará inevitablemente explicar o justificar el fracaso de su gobierno. A Fernández, quien obtuvo una victoria cómoda y que estratégicamente evita definiciones precisas sobre como llevará adelante su gobierno, tampoco le sirve confrontar.
Por otra parte, el resto de los candidatos, no tienen nada que perder. Podrán castigar sin sutilezas al Presidente con la crisis y al principal opositor con hechos del pasado que prefiere no recordar. Un bombardeo sin contemplaciones en búsqueda de votos y una catarata de propuestas ilimitada, ya que saben perfectamente que no tienen ninguna posibilidad de llegar a la obligación de ponerlas en práctica.
Siempre que se habla de debatir me acuerdo de Daniel Scioli. El actual diputado nacional salió mal parado del debate presidencial y los medios dominantes profundizaron esa derrota tanto como pudieron. El problema para nosotros, es que ese regular o mal gobernador bonaerense que supimos tener, ese tipo que sufrió el escarnio cuando desnudaron su vida privada, ese motonauta, tuvo razón en todos sus planteos. Una revisión del debate del 2015 nos permite afirmar dos conceptos de manera casi irrefutable: Scioli es el mejor pronosticador político del que se tenga registro, y Macri un fabulador con rasgos mitómanos. Ver nuevamente ese debate es una experiencia impactante.
Así las cosas, el debate entrará en discusión. Salvo que sus consecuencias sean inocuas el próximo gobierno revisará esa Ley, porque así como el actual mecanismo de las primarias condicionaron a la política, a la economía y a la sociedad, también condicionaron el debate. Lamentablemente la democracia institucional es un juego de ensayo y error que sólo gana en calidad con el ejercicio y el tiempo.
Provincia y municipios ausentes
Una elección bonaerense como la de agosto, donde la diferencia de votos entre los candidatos fue abrumadora, pedir que se debata huele a utopía. En espejo con la Nación, sólo a los candidatos de Consenso Federal Eduardo “Bali” Bucca y Cristian “Chipi” Castillo por el Frente de Izquierda puede interesarles. Sin obligación ni ley, es difícil conjeturar por qué Axel Kicillof querría poner en riesgo sus más de 20 puntos de diferencia, o por qué María Eugenia Vidal querría exponerse a que su carrera política siga siendo erosionada a un ritmo sin precedentes.
No obstante, y pese a estas razones que se vinculan a la realpolitik, imagino que un debate con estos actores en la Provincia ameritaría la apertura del Teatro Argentino de La Plata.
Lo mismo ocurre con otros políticos que sin duda brindarían un espectáculo digno de pagar entrada. Un debate por la intendencia de La Plata entre las singulares personalidades de Julio Garro y Florencia Saintout no tendría desperdicio.
El mismo caso podría producirse entre el Intendente de Lanús Néstor Grindetti y su principal contrincante Edgardo Depetri. La disputa narrativa e intelectual entre un político con vocación de CEO y otro con vocación piquetera puede ser antológica.
Al revés del esquema planteado, que obliga al debate presidencial y deja afuera a provincias y municipios, me animo a considerar que los debates municipales pueden ser mucho más serios e incidentales, por la cercanía con el vecino y el compromiso que ello genera limitando claramente la falsedad del discurso, la exclusión de profundizar en temas que tienen dependencia nacional y la sencillez de los asuntos cotidianos que debe resolver un intendente.
Gracias por leer.
° Publicado en la edición Nro. 945 del semanario “El Suburbano”.