(Por Christian Skrilec)
La enfermedad es contagiosa, un verdadera epidemia que no reconoce ideologías ni fronteras. Paradójicamente, el germen de la parálisis municipal no tiene origen en los municipios, y dependerá de la cantidad de anticuerpos que posea cada uno para retrasar el contagio, pero no para evitarlo. Nadie es inmune a la parálisis municipal, no hay vacuna para evitarla, y en muchos casos, puede llevar al final al gobierno de turno. Si bien es cierto que mientras algunos municipios se enferman de parálisis, otros se sienten sanos y fuertes, al conurbano bonaerense, y mucho más en la zona sur, la parálisis se está sintiendo de tal manera, que la inmovilidad se empieza a transformar en agonía.
Dejando de lado la metáfora sanitaria, digamos que las políticas económicas del gobierno de Macri están sumiendo al conurbano en una parálisis alarmante. La provincia de Buenos Aires carece de herramientas para cambiar la situación, es más, por el peso específico que tiene el conurbano, y las grandes ciudades como La Plata, Bahía Blanca y Mar del Plata, la Provincia es portadora crónica de la parálisis.
Disciplinemos a los negadores seriales de la realidad: caída del consumo, merma del poder adquisitivo, pérdida de puestos de trabajo, paralización de la obra pública, ralentización de obras privadas, aumento de la presión impositiva, incremento de tarifas, obras sociales, escuelas privadas, etcétera. Todo es comprobable con los números oficiales que distribuyen de forma eficiente y transparente el renovado Indec y las consultoras privadas. Este marco innegable no sólo explica el avance de la parálisis, sino también la subsistencia de imagen positiva y el apoyo electoral para Cristina Kirchner en la Tercera Sección. El que junta las monedas para pagar la luz no tiene tiempo de leer “cuadernos”.
Es interesante observar la situación casi como un fenómeno antropológico. En los primeros dos años de Cambiemos, entre las excusas del costo (laboral, tarifario, de producción), no se abrieron nuevos emprendimientos que generasen empleo de calidad, pero la impronta en la obra pública y el rubro de comercios y servicios, fundamentalmente el gastronómico, movió las economías locales. Lanús y Quilmes son un buen ejemplo de esto. Lanús generó un nuevo polo gastronómico con un crecimiento exponencial, y Quilmes aumentó generosamente su oferta de la mano de las cervecerías artesanales y hamburgueserías. Lamentablemente, la expansión de la denominada “lanusita” se desaceleró bruscamente, mientras que locales quilmeños de cuantiosa inversión podrían cerrar sus puertas a fin de año mientras que otros reparten puntos societarios.
Otra particularidad interesantísima, es tomar nota de la afluencia de público en los centros comerciales, sean de un alto desarrollo como en Adrogué, sobre la perseverante calle Las Flores en Wilde, o en la 14 de Berazategui. Durante los primeros quince o veinte días del mes, el movimiento se encuentra en los parámetros normales, mientras que la última semana la merma de público es notoria. El fin de semana pasado, el último de agosto, el clima era desértico.
El diagnóstico coincidente de devaluación-inflación-recesión, en los municipios se transforma en parálisis. Se recauda menos, se gestiona lo básico. Los Intendentes con margen para brindar paliativos recortan o reducen tasas de ABL y Seguridad e Higiene, condonan deudas, o subsidian algún emprendimiento que pueda brindar un mínimo rédito político. No hay plata, hay ajuste. Las industrias paradas y los comercios vacíos con carteles de alquiler con el consecuente desempleo son un fantasma que se corporiza.
El problema para los Jefes Comunales es que el año próximo hay elecciones, y si bien la parálisis no es culpa suya, la queja del vecino afectado hacia un sector o partido político puede transformarse en un reclamo sin dirección previsible. Los oficialismos se quedan sin excusas, el causante de la enfermedad es el que maneja este hospital desvencijado. Los opositores desnudan que muchos de sus supuestos méritos no eran propios, sino virtudes ajenas que ellos supieron capitalizar. A ninguno, ni a propios ni ajenos les sirve este escenario. Y nadie sabe si alguien quiere o puede modificarlo.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 901 del semanario “El Suburbano”.