(Por Christian Skrilec)
Invitado por el título, el opositor ansioso se lanza sobre ésta página buscando las razones por las cuales pueda confirmar su teoría de que “Macri no termina”, que el helicóptero sobrevolará entre el humo de gomas quemadas la terraza de la Casa Rosada y se llevará a otro presidente que no pudo gobernar. Lo lamento, no tengo ese anhelo ni la voluntad de justificar esa teoría, aunque el esfuerzo que hace la gestión Cambiemos por ponerse el barco de sombrero parece inclaudicable.
El desafío de llegar armados al 2019 no es sólo del oficialismo, sino también de todos los sectores de la oposición. El desafío es de la política.
Metamos todo en la licuadora: “los cuadernos de Centeno”; la corrupción sistémica; empresarios prebendarios sin moral ni ética visibles; funcionarios rapaces; una economía que beneficia a unos pocos; recesión, inflación, estancamiento; perdida del salario real; acuerdo con el FMI; especulación financiera; conflictos gremiales; inseguridad; ineficiencia administrativa y de gestión; partidos políticos deshechos; crisis de representatividad; periodismo cómplice; y podría seguir agregando condimentos, pero me parece suficiente para este cóctel. El agravante es que nosotros lo tomamos todos los días, y para los estómagos no preparados, se hace muy difícil contener el vómito.
El panorama es incierto, y mientras el Presidente ratifica el rumbo hacia un bienestar incomprobable y María Eugenia Vidal justifica las ineptitudes del gobierno bonaerense con argumentos de ama de casa despechada, más de la mitad de la población consultada considera que su situación va a empeorar el próximo año y apenas un diez por ciento considera que va a estar mejor. La expectativa, eso que sostenía conceptualmente al gobierno, se extingue en el día a día.
Por otra parte, la negación sistemática de los hechos no parece argumento suficiente para el “kirchenrismo” frente al embate judicial. Un sector demasiado amplio de la sociedad parece no estar dispuesta a que una versión del peronismo K retorne al poder. Pero al mismo tiempo, la construcción de una versión renovada, limpia, y atractiva del peronismo se muestra inverosímil.
Si el presente es malo, el pasado peor, y el futuro imposible, o para no herir susceptibilidades: el pasado fue malo, el presente peor, y el futuro inverosímil, ¿qué opciones le quedan al ciudadano de a pie que está exasperado con el presente? O mejor dicho, ¿qué opciones le ofrecerá la política para recrear las expectativas?
La motivación del voto sigue siendo un objeto de estudio sin resultado definitivo. Los dirigentes de Cambiemos, después del ajustado éxito electoral del 2017, se vanagloriaban de haber convencido a la sociedad de la necesidad del “cambio”, que la mayoría había entendido que era necesario atravesar la crisis económica para vivir mejor mientras se construía “un país normal y previsible”. El 2017 se dibuja como un oasis frente a la situación actual.
Lo mismo ocurre desde la oposición, que pronosticaba acertadamente que las medidas del gobierno iban a tener consecuencias graves desde el punto de vista social pero al mismo tiempo subestimaba las denuncias por corrupción y el accionar de la justicia. ¿Siguen creyendo que todo lo que está pasando en los tribunales no tendrá ninguna consecuencia electoral?
Mucha de la gente que frecuento fuera del mundo de la política detesta la política. Es más, podría decir que le resulta indiferente cuando le va bien y que se indigna cuando tiene problemas de algún tipo. Es cierto que la política hace méritos constantes para que la odien, pero hay que entender y aceptar que la política sigue siendo la única salida de este pozo, en el que paradójicamente, también nos metió la política.
En la columna de la semana pasada se planteaba el riesgo de la decepción con la política, que ese vecino que ve frustradas buena parte de sus expectativas pierda las ganas de votar, que ya no quiera participar de ninguna forma en el proceso democrático. Uno de los remedios para que ello no ocurra es que la propia política vuelva a generar opciones reales ante la adversidad, porque si sólo van a jugar al simulacro para mantenerse en el poder, la enfermedad va a agravarse. Si hacen el esfuerzo, todavía hay tiempo.
Gracias por leer.
Publicado en la edición Nro. 899 del semanario “El Suburbano”.