Por Jorge Marquez (Politólogo y docente universitario)
A la Argentina la gobierna una administración neoliberal, criticada por parte de sus adeptos por la carga tributaria que padece: entre otras cosas, objeta financiar con sus aportes a piqueteros que cortan las calles y beneficiarios de planes sociales.
Para muchos, el ajuste no fue suficiente, debería haber sido más contundente, aunque la mayoría de la población consume menos, pierde su empleo, o empieza a trocar como forma de subsistencia, mientras la inflación y el Fondo Monetario oscurecen esperanzas.
La cuestión se complica profundizando el precipicio entre el discurso y los hechos. Se habla de grandes transformaciones, pero sectores del conurbano no tienen luz, y el tren Belgrano Cargas, en su viaje inaugural, descarriló con sus 2.347 toneladas de soja.
Como defensa global, se declama “una verdad puesta sobre la mesa”, a costa de ministros que buscan inversiones, pero mantienen su plata fuera del país, mientras otros dicen promover el trabajo en blanco, pero emplearon en negro.
Y algunos siguen acusando de sus errores al pasado imperfecto, pero después de tres años, cansa la redundancia como justificación de la inacción.
A fuerza de subestimación terminan hartando, convirtiendo la promesa de transparencia en un significante vacío. Los avances en términos de corrupción son nulos, y si acaso el robo del gobierno anterior fue tan grosero en sus afanes, las pruebas y las sentencias escasean.
De todas maneras, se habla de mafias enquistadas, cuando algunos de los amigos de este gobierno fueron proveedores del estado, que antes era corrupto, pero ahora, por suerte, no lo es.
Estamos endeudados por generaciones, pero la responsabilidad del fracaso es de los docentes, muchos de los cuales ya no cobran. Y para que no se sepa demasiado, hay que echar periodistas, acusándolos de militantes, buscando naturalizar el pensamiento político como justificación del desempleo.
Así, no importa cuán competente seas en tu profesión: las penas y el achique del estado son nuestros. Pero no hay crisis, el vaciamiento financiero es una mera turbulencia.
En una suma de desaciertos, el grupo que llegó al poder “comiéndose a los chicos crudos”, con títulos de sobra para “refundar a la Argentina”, terminó apelando a la propina como motor de la economía. No es casual, íbamos a volver a ser el granero del mundo, pero terminamos importando alimentos, mientras se reducen los presupuestos de investigación y los docentes universitarios no tienen paritarias.
Una parte del proyecto, sí, fue exitosa en sus búsquedas, la mega devaluación logró que hoy “seamos mucho más baratos” de cara a un mundo en el que “por fin nos insertamos”, aunque por el momento, parece que no lo sabe, o no le importa.
Mientras tanto, como política de estado, se expanden los Metrobuses, justo en lugares del conurbano donde crece la pobreza, y quienes usan los colectivos, —de seguir funcionando a pleno este exprimidor de ingresos—, no tendrán dónde ir.
Estimado historiador, coincidimos en casi toda su opinión, pero viajar, los que pueden, a trabajar siempre será mejor si se tiene una mejora en comodidad y tiempo, no le parece???