(Por Christian Skrilec)
Las reglas de juego del debate y la discusión política no se establecen por ley, ni por las necesidades del ciudadano, ni tampoco por las urgencias de un país o de un distrito, se establecen en una puja permanente entre las condiciones que impone el poder de turno en lucha constante con los medios de comunicación. En el marco actual, donde el Estado dominado por CAMBIEMOS y los medios masivos mantienen una alianza de intereses, esas reglas de juego comienzan a delinearse con cierto grado de precisión.
Durante este verano publicamos en la “Antitapa” dos notas vinculadas a lo que vendrá en el año electoral. En “La economía como diluyente electoral”, planteaba la incidencia que puede tener el panorama económico en las elecciones, mientras que en la siguiente, “Al PRO no le gusta hablar de política”, trataba de exponer algunas de las estrategias del estilo PRO. Con la idea de completar la trilogía en el verano, antes que el día a día nos quite poder de reflexión, trataremos de preparar al lector para la pobre campaña electoral que se avecina.
Para empezar, admitamos que a las grandes mayorías no les interesa la política, y a estas alturas de la desarrollada sociedad líquida y ligera, podríamos afirmar que tampoco les interesa el bien común. Los medios son los primeros en dar cuenta de ello, los programas de debate político con cierto contenido argumental fueron relegados al cable, y las opiniones con asidero y respeto por la información dura quedaron resignadas a la escasez de lectores de las presentaciones gráficas. También es cierto que hoy sólo los diarios y las revistas pueden darse el lujo de no ser afectados por la obligación del entretenimiento, que es mucho más exigente que las ventas (si no entretiene no vende). Hoy no se puede trabajar en medios audiovisuales por más vocación de informar que se tenga si no se considera el factor entretenimiento.
Por ello el programa más visto sobre política es “Intratables”, donde la información se licúa en debates tomados por apasionamientos contrahechos y defensa de intereses particulares. Pero Intratables entretiene y ciega a la audiencia política, mezclándola con realitys, Moisés, las novelas turcas e indias, y programas de chimentos, proponiendo un modelo de igualación e indiferencia. Lamentablemente ese modelo se impone y contamina otros intentos de comunicación, además de potenciar la opinión vomitiva de las redes sociales, vomitiva no solo por los condimentos repugnantes, sino por lo apresurado, obsceno e irreflexivo de los comentarios.
En este mundo mediático es donde CAMBIEMOS se hace fuerte, no sólo al compás de la pauta publicitaria, sino también por la vocación del público. No en vano, con Marcos Peña a la cabeza, el gobierno planea un trabajo de estratificación de votantes, no sólo territorial, social, educativo y económico, sino también por sus preferencias. Es posible que la televisión y la web, Facebook y Twitter, no alcancen para ganar la elección, pero creer que no son claves para convencer y cooptar votantes, es un perjuicio que la vieja clase política va a terminar perdiendo a los cachetazos.
Este panorama es donde se vuelven lógicas las presentaciones del gobierno, el discurso anodino e impreciso de los funcionarios, las fotos del presidente Macri con su familia, la comodidad de la gobernadora Vidal en la mesa de Mirta Legrand, y la difusión del casamiento del Intendente Molina en las revistas de peluquería.
Mientras que el peronismo y el pan-peronismo terminarán definiendo sus candidatos con las prácticas tradicionales de la política, y la consecuente suciedad que dejará esa pelea. El PRO elegirá sus candidatos a la carta, tratando de que tengan el sabor adecuado para el gusto del votante. La experiencia será decisiva, si el nuevo modelo de “manifestación política sin contenido político” se impone, las reglas del juego electoral de los próximos años van a cambiar sustantivamente.
Por último, recordar como suelo hacerlo, que desde la violencia de género al aumento de tarifas, desde la inseguridad hasta la poda de arbustos, terminan indefectiblemente en una definición política.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición 832 de el semanario “El Suburbano”.