Algunos podrán argumentar que Jorge Macri accedió a ese lugar con anterioridad. Fue el primero de ellos en arrebatar un dominio en la región más poblada de la Provincia, aunque la zona norte tiene otras consideraciones. Ayer, Néstor Grindetti se transformó, imprevistamente, en el primer Barón del Conurbano PRO. Derrotó a todo el aparato peronista de Lanús unido en una elección donde sus candidatos nacionales cayeron por más de 20 puntos en el distrito. Ahora será el único amarillo en el grueso cordón de la tercera sección, rodeado por Jefes Comunales todopoderosos en su territorio. Bien podría tener un lugar en esa mesa.
Fue imprevisto. Las Primarias lo habían dejado 14 puntos abajo del total de la interna del Frente de Todos que, entre sus cuatro integrantes, sumaba 48 puntos. Con un Mauricio Macri que no levantaba cabeza en la provincia, la elección parecía cuesta arriba. Por eso la campaña fue barrosa, complicada y como acusaban desde la oposición, sucia. Grindetti puso todo los fierros en la calle, se jugó el todo por el todo en algo que parecía imposible. Apostó a la más difícil y le rindió frutos. Propio de alguien de ambición y al que no le gusta ceder el poder.
El referente del PRO de la tercera hizo lo que hubiese hecho cualquier peronista en su lugar: ganar. No había otro resultado en la ecuación. Acá no entraban los discursos proselitistas que buscan “cambiar la república”. Lanús fue un escenario distinto a otros porque, en lugar de haber un señalamiento y una acusación en contra, en Lanús hubo un culto al peronismo.
Como ejemplo, en el acto de cierre de campaña, mientras esperaban a María Eugenia Vidal, Diego Kravetz, primer candidato a concejal hizo una mención y recuerdo a Manuel Quindimil. Algunos insinuaron unos ténues silbidos, que fueron callados rápidamente por el Jefe de Gabinte. Es que en Lanús, Quindimil es un espejo en que a cada dirigente político le gusta mirarse.
En ese marco, la derrota de Todos no se dio únicamente en las urnas, también hubo una derrota discursiva. El vecino de Lanús sí quiso dar una discusión local. A lo largo de la campaña hubo una acusación cuasi ridícula al actual intendente de querer “municipalizarla”. El vecino quería hablar del distrito pero no encontró respuestas. La oposición hizo lo posible por encontrarle los flancos débiles pero en lugar de apuntar a los puntos a mejorar en la gestión decidieron ir contra Macri y no les rindió.
Lo que rindió fue el corte de boleta. Cerca de 20 puntos, el doble que en las PASO para el oficialismo que salió a buscar el voto barrio por barrio y armó una enorme campaña de difusión en redes sociales y papelería en la calle. Metieron todos los fierros. Durante dos meses visitó entre dos y tres barrios por día, casas de familia y algunos espacios públicos como clubes o sociedades de fomento. Caminó los centros comerciales donde lo único que recibía eran críticas a la economía y a Macri. Pero hubo más, en la parte más barrosa de la política fue a buscar a cada referente local, a cada puntero descontento con el resultado de la interna; a cada uno que se encontraba sin representación. Hubo promesas futuras y otros acuerdos inmediatos. Todo sea por retener el poder.
Todas esas son características clásicas de lo que Eduardo Duhalde alguna vez denominó como un “Barón del Conurbano”. Ese dirigente personalista, conocedor de su territorio, amo y señor, donde el corte de boleta es casi una política de estado; hasta en su discurso localista Grindetti tuvo algo de eso, muy parecido al que tienen algunos de los históricos barones que todavía resisten como Alberto Descalzo en Ituzaingó y Juan José Mussi en Berazategui, pero mirándose en el espejo de los nuevos barones como Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) y Jorge Ferraresi (Avellaneda).
Grindetti ganó y se empoderó. Derrotó a todo el peronismo unido en un distrito netamente peronista y lo obliga a una renovación anticipada de su dirigencia. En ese desconcierto, se asienta en la tercera sección como el mayor referente opositor al gobierno provincial con territorio propio. Un nuevo Barón, pero Amarillo.