
Gonzalo Sanz Cerbino (Historiador, CONICET, miembro del CEICS)
La causa abierta con la aparición de los cuadernos de Centeno tiene un enorme potencial, ya que devela mecanismos de corrupción que operan hace décadas. A diferencia de causas previas, en esta es el corazón de la burguesía argentina la que se encuentra en la picota. Lázaro Báez y Cristóbal López son dos arribistas que amasaron fortuna a partir de su relación con el kirchnerismo. En cambio, Techint, IECSA, Pescarmona, Cartellone, Supercemento o Roggio son, desde hace 50 años, los popes de la obra pública en el país y tienen posiciones dominantes en otras ramas. La famosa “patria contratista”, cuya acumulación se basa en la obtención de subsidios, beneficios y protección del Estado. Son aquellos que exigen un ajuste (que pagan otros) cuando las cuentas no cierran, pero que siempre se negaron a renunciar a la protección que sostiene su propia acumulación, la que depende de su relación con el poder político de turno. Eso implica la aceptación de sobreprecios que se retribuyen con sobornos. Un mecanismo que no es nuevo y que mancha a todo partido político que haya asumido funciones de gobierno a nivel nacional, provincial o municipal.
Si se tirara de la piola pocos estarían en condiciones escapar al Lava Jato. La propia familia presidencial se encuentra involucrada a través de IECSA, y lo estaría más si se investigaran las licitaciones en la Ciudad, donde Nicolás Caputo, amigo y socio de Macri, es uno de los principales contratistas. Lo mismo sucedería si se investigaran a fondo los “aportantes truchos” de Vidal y a los gobernadores peronistas y radicales, por ejemplo, la relación de Electroingeniería con De la Sota y Schiaretti. ¿Qué pasaría si se investigara a las constructoras amigas de Massa?
Lamentablemente, el curso que ha tomado la investigación en la última semana puede hacer que todo caiga en saco roto. Los empresarios importantes salieron libres con un libreto que no cierra: hicieron “aportes de campaña” bajo presión. Si se acepta este cuento, y sin revisar los libros de las empresas, ganará el circo y habremos perdido una oportunidad histórica. Es dudoso que, con los personajes que llevan adelante la causa, el tema pueda tomar otra dirección. Bonadío y Stornelli se acomodaron siempre al poder de turno y mantuvieron relaciones con algunos de los dirigentes que deberían ser investigados, como Macri o Scioli. La única forma en que esto realmente avance es con una investigación independiente, encabezada por aquellos que se encuentran ajenos a toda sospecha.
Es la oportunidad de refundar el país sobre nuevas bases sociales. Porque lo que en última instancia muestra esta causa, es el funcionamiento normal del capital en la Argentina, que drena recursos (legal o ilegalmente) para sostener la acumulación de empresas a todas luces inviables. Por eso, es tiempo de pensar en una alternativa política para los trabajadores, verdaderos productores de la riqueza que empresarios y políticos disponen para satisfacer sus propios intereses. Es tiempo de pensar en el socialismo.




















