(Por Christian Skrilec)
Martiniano mantiene una relación de espejo con los máximos referentes de Cambiemos, fundamentalmente con la gobernadora María Eugenia Vidal. Si se observan las presentaciones de la mandataria provincial después de la explosión en la escuela de Moreno, su retórica se va alejando de los hechos de gestión y se recuesta sobre las causas judiciales de la administración anterior, la herencia y el pasado que no nos condena pero si nos condiciona. Es de presumir que después de los hechos de violencia que se suscitaron hoy martes en la ciudad de La Plata, entre manifestantes y fuerzas de seguridad, ese discurso se agudice.
El Intendente Molina gira en el mismo sentido, sus acólitos ponderan como virtuoso el discurso del Jefe Comunal en el acto por el aniversario de la ciudad y lo distribuyen a destajo. Si bien es cierto que Martiniano ha mejorado sustancialmente su discurso político, y consigue frases eficaces que arrancan aplausos como “la plata está en ladrillos y no en bolsos”, lo cierto es que el giro, del mismo modo que en el caso de Vidal, se debe a la necesidad de cubrir las falencias de gestión. En Quilmes, esa necesidad se exhibe aún mayor que en la Provincia.
En lo local la carga es mucho más pesada, porque no sólo se lleva a cuestas el desatino de la política económica nacional y la ineficacia de la gestión bonaerense en áreas claves como educación y salud, sino que además se suman los errores propios. Es un momento en el que nadie suma. Por cierto, un comentario extra, la mayoría de los dirigentes políticos bonaerenses de Cambiemos admiten haber descubierto que la administración provincial es inviable, y a Vidal eso se le nota en la cara.
Volviendo a Martiniano, digamos que la patria encuestadora no lo está favoreciendo, tanto en los sondeos que distribuye la oposición como los que esconde el oficialismo, los vecinos, en un número preocupante, descalifican a la gestión. Y la verdad, no se ha quién sorprende, el corazón de la administración municipal es el servicio público, y en ese aspecto la gestión va de mala a catastrófica. La obra pública, un verdadero ariete para Cambiemos, que convirtió al 2017 en un año record en inauguraciones de obras de magnitud y asfaltos, se desvaneció en el 2018. El éxito de la implementación del SAME choca contra Unidades Sanitarias desvencijadas. La instalación del Centro de Monitoreo y los proyectos de aumentar el número de cámaras de vigilancia se contraponen con la casi extinción del personal policial (sea comunal o bonaerense) en las calles del distrito. La ponderable inauguración de jardines comunitarios y la reparación de establecimientos escolares con el Fondo Educativo se desvanecen ante las escuelas cerradas por problemas de infraestructura.
Así podríamos seguir con una descripción difícilmente censurable, pero en resumidas cuentas, el esfuerzo de algunos, se dilapida en la ineficiencia, la desidia, y si se me permite el calificativo, la estupidez de otros. El propio Molina mencionó en su discurso el día del Aniversario, que Defensa Civil era un orgullo para todos los quilmeños, y honestamente, creo que es un área de gobierno que se destaca sin objeciones, lamentablemente la incidencia sobre la gestión es casi nula. Es como suele pasar con Cultura, o Defensa del Consumidor, su buen funcionamiento es como la frutilla del postre. El problema es que acá no hay postre.
Después de desvalorizar, deshacerse, o poner en camino de salida a cualquier integrante de la gestión que tuviera aspiraciones políticas, en el sentido más tradicional de la palabra, y de reconvertir al Municipio en una mera unidad administrativa y de gestión después de las elecciones de octubre del año pasado, hay que retroceder. Cambiemos necesita hacer política si quiere subsistir en Quilmes, y para eso necesita a los que están capacitados para hacerla, con el mejor candidato posible a la cabeza, que no es otro que Martiniano.
No está claro si el Intendente tiene la fuerza, el tiempo, o los hombres para revertir los desaciertos de gestión que lo están condicionando electoralmente. Pero si tiene el margen de enmendar los errores con política, la clave es si podrá convencer al vecino de que vuelva a votarlo.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 900 del semanario “El Suburbano”.