(por Ezequiel González)
Si bien el ascenso de sectores de (extrema) derecha parece haber acaparado el interés general tras las Primarias, sobre todo por los resultados conseguidos en la Ciudad de Buenos Aires, en la Provincia otro sector logró acaparar un voto bronca contra el Gobierno: la izquierda. En el corazón del poder peronista, la Tercera Sección Electoral, el Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad, con los resultados de las PASO estaría logrando dos bancas en la Legislatura bonaerense (sacándole una al Frente de Todos) y serias chances de meter, por primera vez en su historia, concejales en varios distritos del conurbano bonaerense.
Más allá que, a nivel provincial, en la categoría de diputados nacionales, con las postulaciones de Nicolás del Caño y Romina del Pla, la Izquierda hizo una elección parecida a la de 2017 (por la que tiene que renovar sus bancas); en el conurbano bonaerense, donde están los votos, los resultados electorales que consiguió son inéditos para el sector. Casos como el de Merlo, donde sacaron 8,78 (número con el que hoy estarían ganando una banca) o Moreno, con una elección muy buena del 7,83, dan cuenta de un frente político que ganó fuerzas a pesar que las encuestas previas lo obviaban, dispersaban su voto, o simplemente (por prejuicio) no medían.
Como respuesta a su derrota, desde el peronismo explican este resultado, en parte, en que una porción de sus votantes, decepcionados con la gestión de Gobierno nacional y sin sentirse identificados con ninguna otra propuesta electoral, decidieron delegar su voto en el Frente de Izquierda, como ya ha pasado, de quienes conocen claramente su actitud política, sin arriesgarse a nuevos experimentos.
Esa pérdida de votos del Frente de Todos podría ser todavía más dolorosa en la Tercera Sección, la única en la que se impuso el oficialismo nacional y bonaerense. Allí, en el corazón de la tracción de votos del kirchnerismo, la Izquierda obtuvo, para la categoría de diputados provinciales, 6,39 por ciento de los votos, lo que les permitiría hoy ingresar dos legisladores. Estarían sumando uno, a la banca que ya ocupan y ese voto lo perdería el peronismo.
En las grandes urbes del sur del Gran Buenos Aires, la performance electoral del FIT no solo creció a lo conseguido en 2019, sino que supera los comicios de 2017 y pone en aprietos a varios de los históricos Barones del Conurbano, ante la posibilidad de colar concejales en los Legislativos locales. Tal son los casos de La Matanza donde tuvo su tercera mejor elección del AMBA con 7,49; Presidente Péron 7,46; Almirante Brown con 7,4 y Berazategui con 7, 02. En estos distritos, sosteniendo el nivel de votos en las generales estarían muy cerca de ingresar un concejal.
En el resto, también mejoraron sus números: Florencio Varela 6,73; Esteban Echeverría 6,21; Lomas de Zamora 6,16; Quilmes 5,68; Avellaneda 5,63; y Lanús 5,4.
De cara a las generales, el FIT reconoce la tarea que tiene por delante: sostener el volumen electoral que consiguieron en las PASO e intentar sumar todo lo que se pueda. En principio entienden que, cómo ya ha pasado antes, los votos del Nuevo MAS -que no pasó el piso restrictivo del 1,5- deberían volcarse, por una cuestión de cercanía ideológica, hacía ellos. Por otro, saldrán a buscar el voto bronca.
Si bien en CABA ese lugar se lo llevó un exponente de la derecha pro mercado, como es Javier Milei; en la Provincia de Buenos Aires y, especialmente, en el Conurbano desde el Frente de Izquierda apuestan a poder quedarse con el voto de los indignados; de los decepcionados y los antipolítica. Así es que destacan la campaña para las PASO de “Tercera Fuerza”. Con ese objetivo cumplido a nivel nacional (con resultados como la impresionante elección de Alejandro Vilca en Jujuy) que obtuvo 24 puntos, ahora el FIT buscará ubicarse como la “alternativa real” a las dos fuerzas que vienen Gobernando el país.
No buscarán entrar en la grieta ni repetir ese discurso, pero si, sostener las mismas banderas que levantaron otros años, buscarán apuntar a la situación económica, la perdida de trabajo, la inflación sin control y el pago de la deuda externa; parecen slogans de una campaña repetida por parte de la Izquierda argentina, que sin embargo, años tras años, no pierden vigencia.