(Por Christian Skrilec)
La centralidad, el núcleo o el eje de la política, es Cristina Kirchner. No es novedad. La actual vicepresidenta ocupa ese lugar desde el fallecimiento de Néstor Kirchner.
Su posición es a veces hegemónica, como cuando ejerció la presidencia, o durante casi toda la gestión de Alberto Fernández, quizás debamos exceptuar el primer año de pandemia. También hubo cierto desplazamiento durante la gestión de Mauricio Macri, cuando se dio una sesión natural de espacios de poder, pero no de protagonismo. Es imposible debatir la política sin que la figura de Cristina entre en la discusión.
Frente de Todos
Con la misma lógica, Cristina es la médula o la columna vertebral del Frente de Todos. Cuando la oposición azuza que “Cristina secuestró al peronismo”, se equivoca. El liderazgo de Cristina absorbió al peronismo y a toda su estructura electoral, se impone por naturaleza. El peronismo, sea representado por gobernadores, intendentes del conurbano, sindicatos o movimientos sociales, se somete a Cristina, a veces por convencimiento y otras a regañadientes.
“Este es un juicio contra el peronismo”, dijo Cristina, y las interpretaciones de esa frase son múltiples, pero entre ellas debe incluirse la idea que si la Vicepresidenta es condenada también se condena al Frente de Todos. Vale aquí también citar a Andrés “el Cuervo” Larroque: “Sin Cristina no hay peronismo”, y en la inmediatez electoral, debería entenderse como una certidumbre.
Militancia K
Al “kirchnerismo” devenido en “cristinismo” pueden endosársele virtudes y defectos, pero inevitablemente tiene espíritu militante, es afecto a batallas culturales ideológicas y al estado de movilización.
Durante treinta meses de gobierno propio esta militancia no tuvo sentido ni objetivo. La gestión nacional del Frente de Todos está orillando el fracaso. Fue y es imposible militar el acuerdo con el FMI de Guzmán o el ajuste de Massa. Ni siquiera la lucha contra el COVID y la vacunación, que podrían haberse convertido en un hito militante pudieron serlo, un puñado de privilegios inútiles y una fiesta de cumpleaños inexplicable lo anularon.
El pedido de 12 años de prisión para Cristina por parte del fiscal Diego Luciani, rompió el vidrio y desató la emergencia. El “kirchnerismo” milita activamente la libertad de Cristina y brega por su absolución, y por supuesto arrastra al Frente de Todos en su conjunto.
El problema de la percepción
La movilización no implica mayorías. La evidencia está en la izquierda o en los movimientos sociales, las dos fuerzas que muestran permanentemente su poder de convocatoria y acción pública. La izquierda es una fuerza electoral periférica y los movimientos sociales reciben una oleada permanente de cuestionamientos. La primera manifestación contundente en apoyo a la Vicepresidenta se dio en Córdoba, provincia en que el “kirchnerismo” es, con mucho esmero, la tercera fuerza.
Percibir que Cristina es “el pueblo” o “la gente” o la mayoría de ambos, cuestión que se replica en boca de múltiples dirigentes del espacio oficialista, es riesgoso. Nadie puede negar el amor, la afinidad o el fanatismo que despierta Cristina en vastos sectores de la población, pero también despierta lo contrario en otros. Poner esos sentimientos en la balanza electoral, puede no ser lo indicado.
No obstante, muchos creen que con la bandera de la libertad y absolución de Cristina, sumado a la ponderación de su liderazgo, puede recuperarse el futuro para el Frente de Todos y consolidar nuevamente un espacio político golpeado por la gestión.
El problema real, es que quien pone el cuerpo y su destino en este esquema es la Vicepresidenta. Si a Cristina solo puede juzgarla el pueblo, la elección del 2023 puede transformarse en una sentencia inapelable, y todos sabemos que la composición del voto será mucho más compleja que los avatares que expone la Justicia.
Gracias por leer.