(Por Christian Skrilec)
Al oficialismo encarnado en el Frente de Todos le quedan pocos movimientos para escapar de un destino de fracaso que puede arrastrar a un trance terminal al peronismo-kirchnerimo.
La renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía operó como un acelerador exponencial de la crisis política y económica. Según cuentan los informados de turno, su salida fue previsible pero también repentina.
El fin de semana ya venía intenso con el forzado acto que encabezó el viernes Alberto Fernández en la CGT, acompañado por su gabinete, un puñado de gobernadores y uno cuantos sindicalistas. El sábado Cristina Kirchner se presentaba en Ensenada ante la suma del poder oficialista de la provincia de Buenos Aires, dando definiciones políticas contundentes y evidenciando su liderazgo absoluto de la coalición gobernante. En ese contexto, mientras Cristina promediaba su discurso, renunció Guzmán.
El reemplazo de Guzmán es Silvina Batakis, ex ministra de Economía de Scioli en la Provincia, designada por el Presidente con la venia de Cristina y el visto bueno de gobernadores e intendentes. Pero sin ningún peso en el poder económico y el nunca bien ponderado “mercado”. Hoy lunes, mientras leas esta nota, lo más probable es que la presión cambiaria devalúe más el peso y el proceso inflacionario vuelva a tomar velocidad, por lo tanto, la situación económica empeorará necesariamente antes de mejorar, si es que mejora.
Pero honestamente, creer que el problema pasa por Guzmán y su renuncia o Batakis y su designación, es ignorar la importancia definitiva de la política: En la coalición de gobierno denominada Frente de Todos, Cristina tiene el poder político real y Alberto Fernández el poder administrativo formal. En ese esquema, las diferencias en el ejercicio de ambos poderes por la falta de coincidencias, genera que el poder político se debilite por la administración mientras que la administración se debilita por el poder político.
Posiblemente, la designación de Sergio Massa en la Jefatura de Gabinete, con injerencia directa en el Ministerio de Economía y en otras reparticiones, hubiera sido una salida superadora de la crisis, pero entonces el presidente hubiese entregado definitivamente buena parte de su poder de administración.
Últimos Movimientos
Al gobierno le quedan pocos movimientos antes de caer en una crisis terminal. El primero de ellos, fue el de ayer, que sólo se consolidará si la suma del poder oficialista sale a apoyar la designación de Batakis. Entonces habrá que esperar, si la situación económica mejora y la política se ordena, el escenario de crisis debería disminuir paulatinamente su intensidad. Si esto no ocurre, el próximo evento crítico será mucho más grave.
Por ello parece prematuro el descarte de Sergio Massa. Más que considerarlo un descarte habría que considerarlo como una carta que vuelve al maso para utilizarla en caso de emergencia. En una hipotética próxima situación crítica, difícilmente el Presidente o la Vice puedan negarse a las demandas del actual presidente de la Cámara de Diputados para intervenir en el Ejecutivo.
El otro movimiento que le quedará al oficialismo, la última salida en caso que nada se resuelva y todo empeore severamente, será la dimisión de Alberto Fernández. Suena fuerte e improbable, pero no es algo que debamos eliminar frente a la magnitud de los problemas.
Fracaso terminal
“Si esto sigue así no sólo nos quedamos sin reelección, nos vamos a quedar sin chances para volver”. La frase textual es de un alto referente del “kirchnerismo” bonaerense. Sólo se escucharon frases o comentarios similares los 30 o 40 días posteriores a la elección del 2017, cuando pese a la mala situación económica, el “macrismo” había pintado el país de amarillo. La desazón de entonces duró poco, porque en los meses siguientes el gobierno de Macri cayó en un pozo de desaciertos y errores que destruyeron cualquier ilusión de bienestar general.
Hay quienes ven en el deterioro de la gestión del Presidente Fernández una espiral descendente en el formato De la Rúa. Se entiende, o se cree, que la integración del FdT no va a permitirlo, sobretodo conociendo las consecuencias que sufrió el radicalismo después de ese período. Pero si el cambio de mando es deshonroso o trágico, el costo para el peronismo puede ser devastador.
¿Alguien se imagina una despedida de este gobierno a plaza llena, bajo el grito de “oh, vamos a volver…, a volver, a volver… vamos a volver”?
Gracias por leer.