(Por Christian Skrilec)
Todavía no está claro si es la apatía, el desinterés provocado por la crisis o simplemente el desencanto lo que aleja a los ciudadanos de las elecciones.
Pero falta un mes, y tal vez en esta ocasión algunos consultores acierten y en la última semana el fenómeno electoral tomará forma y los votantes correrán hacia las urnas. Mientras tanto persisten las dudas y las preocupaciones en el ámbito político, que tanto en el oficialismo como en la oposición acumula desaciertos con una constancia preocupante.
Quilmes no está alejado del contexto nacional-provincial, pero como siempre, se complica en sus particularidades. Mientras el Frente de Todos sabe que en la Tercera obtendrá la diferencia sustancial para garantizar un triunfo en el ámbito bonaerense, es muy probable que esa diferencia en Quilmes se reduzca a la que se obtenga en el promedio provincial y no en el de la sección. Una perogrullada comprobable con los resultados de los últimos años.
Además de esa particularidad, el oficialismo cotejará resultados con la suma de la interna opositora entre Diego Santilli y Facundo Manes, que en el ámbito local está llamada a aumentar su volumen por varias razones.
En primer lugar, Martiniano Molina está en la boleta de Santilli. No escondido en una ristra de nombres impropios, si no, a la cabeza del segundo cuerpo de las tres boletas que ese sector de Juntos presentará en el cuarto oscuro, con tipografía aumentada y foto. También es cierto que la boleta del medio es la que menos influye en el votante, las elecciones se mueven al ritmo de los candidatos nacionales y en una lejana segunda instancia con los candidatos locales. Pero tampoco caben dudas que en esta elección Martiniano oficiará como un candidato local, es de manual que los muchachos del PRO repartirán la boleta a domicilio doblada de manera tal que el rostro de Molina sea lo primero que vean los vecinos. Los números de imagen positiva de Martiniano sorprenden en cualquier encuesta, pero cuidado, la imagen positiva no necesariamente se traduce en votos, recordemos que hace menos de dos años cayó derrotado.
En segundo lugar, están los radicales, que además son radicales del conurbano y de Quilmes, con todas las virtudes y los vicios que ello implica. Las virtudes ya las vemos, una mesa por acá, un gazebo por allá, jóvenes y viejos repartiendo volantes de Manes en todas las calles comerciales del distrito, apertura de locales partidarios y demás movimientos típicos de las internas. Los vicios son los mimos de todas las fuerzas políticas del conurbano, y suelen exhibirse el día de la elección. A la hora de sumar los votos, la fiscalización radical será mucho más importante que el pasado quilmeño de Manes.
A esto debe sumarse la mano de obra electoral que dejó desocupada el Frente de Todos en el armado de listas. Nadie levanta la voz para quejarse ante la intendenta Mendoza, sus muestras de poder son demasiado elocuentes para contradecirla, pero en los rincones, los sectores del peronismo tradicional, la CGT, los movimientos sociales, y otros aliados, manifiestan en voz baja que no tienen muchas ganas de trabajar en la elección. La tentación de estos grupos de hacerse unos pesos en las primarias y de revalorizar su importancia para la general, está a dispuesta a la demanda de los opositores.
Estas aristas de la arquitectura electoral son las que pueden incomodar al Frente de Todos y poner en riesgo la elección de Mayra en septiembre. Porque además, la Intendenta no está en la lista, y por más que su nombre aparezca en las paredes y su imagen en los afiches, no es lo mismo. Paradójicamente, Mayra es, junto al ex intendente Martiniano Molina y al diputado provincial Fernando Pérez, los principales protagonistas de las PASO en Quilmes.
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