Tras el acuerdo que presentó el Gobierno para la aplicación de “precios populares” a diez cortes de carne vacuna, el empresario Alberto Samid cuestionó la propuesta porque considera que sólo beneficiará a las grandes industrias del sector. Además criticó la falta de controles de parte de la administración nacional para frenar los aumentos en el rubro alimenticio.
“El arreglo no me gusta, no se puede arreglar eso con gente que no entiende nada. Esos precios no son populares, a los únicos que les sirve es a los frigoríficos para limpiar las cámaras”, aseguró en diálogo con El Termómetro.
En ese sentido, señaló que “hay carnicerías en el interior que venden más baratas que estos precios y, con tono de “indignación”, sostuvo que “la gente está trabajando por dos kilos de carne”. Según manifestó, de acuerdo a su conocimiento del negocio, “un kilo de asado no podría valer más de 250 pesos”.
“En un país ganadero, la carne no puede valer lo que vale, el valor de la comida tiene que estar de acuerdo con lo que gane la gente.. Si no tuviéramos ganado es otra historia, pero somos los reyes de la vaca y tenemos que pagar eso”, insistió.
Desde su óptica, en un año muy crítico y atravesado por la pandemia, “el Gobierno estuvo bárbaro en frenar los servicios”. Sin embargo, “se descuidó con los comerciantes”.
“Hay que meter la mano de nuevo, no se puede dejar al mercado libre. A la gente no le alcanza el dinero”, ratificó.
Frente a la constante escalada en el valor de los productos derivados de la ganadería, “el Rey de la carne”, mencionó como uno de los problemas principales que la mayor parte de la producción local se destina a la exportación y, en particular, “la presión que ejerce China” para quedarse con la mayor porción.
“Le vendemos a los extranjeros y después ellos nos venden a nosotros. Tenemos que volver a tratar que el mismo productor le venda al consumidor final, aunque sea a los sectores de menores recursos”, sostuvo y recordó que cuando él “estaba en el Mercado Central veía como los supermercados compraban mercadería y después la vendían con un 600% de ganancia».
Como complemento y parte sustancial de la problemática, trajo a escena la inflación y el contrabando. “Se contrabandea una parte y la otra se subfactura, y lo que queda para pagar se dibuja”, aseveró.