(Por Christian Skrilec)
A nosotros, en el conurbano, nos siguen seduciendo la demagogia y el caudillaje. No hay educación o cultura que nos cure, el bombo y la bengala nos atraen como la flauta de Hamelin a los ratones. Será por eso que queremos tanto a Berni.
El ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, es sin dudas uno de los protagonistas de la actual gestión de gobierno. Ese protagonismo es nacional, consecuentemente, su figura en la provincia de Buenos Aires se agiganta, aún por encima de los responsables de Salud, la dupla Gollán-Kreplak, y hasta ensombrece al mismísimo gobernador Kicillof.
“Yo me preparé para esto”, dirá cuando la oportunidad se lo permita el ministro Berni, y nos recordará que es soldado, médico, abogado y político. Sus calidades profesionales en los rubros militar, sanitario y judicial son incomprobables, en lo político, con prácticas bastante elementales, se destaca.
Berni interpretó desde el comienzo de su gestión, que para destacarse en los cargos bonaerenses hay que mostrar territorialidad. Diferencia sustancial con la Nación, donde se puede ejercer una Jefatura de Gabinete sin salir del circuito Palermo-Puerto Madero, hecho que quedó y queda demostrado. Berni se sube a la moto y llega al lugar del hecho, y eso gusta y muchas veces entusiasma.
Obviamente, su presencia no soluciona los problemas, ni siquiera puede lograr fluidez en un embotellamiento en la autopista. Pero como sabe cualquier político que entiende el conurbano, casi tan importante como la solución de un problema, es mostrar la predisposición para encontrar esa solución, predisposición que la mayoría de las veces contiene situaciones y posterga desbordes y conflictos. Lo primero que reclama el vecino, es que lo escuchen.
Este despliegue político-territorial-mediático de Berni, inquieta a los propios. Con la supuesta aquiescencia de la vicepresidenta Fernández, “mi Jefa política es Cristina” repite el Ministro, y avanza sin cuidado de pisotear a intendentes, colegas del gabinete bonaerense, ministros nacionales, y hasta al propio gobernador.
Es más, por estas horas se conoció un video que ensalza su figura, que podría calificarse sin errores como publicidad de campaña. Hecho que se condice con los números que empiezan a mostrar algunos encuestadores, donde Berni ostenta mejor imagen que el gobernador Kicillof. Hay que reconocer, que una candidatura del “súper- ministro” encabezando la lista de diputados nacionales por la Provincia, podría cubrir uno de los flancos débiles que tendrá el oficialismo el año próximo: la creciente inseguridad.
Pero aquí nace la gran paradoja de Berni, mientras su figura política crece y se instala como una opción de interés para los votantes, su gestión como ministro de seguridad hace agua por todos lados, y empieza a parecerse cada vez más a un fracaso.
Sus excusas respecto a la falta de coordinación con el gobierno Nacional y la falta de los efectivos federales, la escases de insumos para la policía bonaerense, la ineficacia de la policía comunal, y la inexistencia de Justicia, entre otros pretextos, empiezan a desdibujarse ante la ola delictiva que afecta a la Provincia.
Admitir que el mes de julio muestra los mismos niveles de inseguridad que el mismo mes del año pasado, cuando buena parte de los emprendimientos comerciales sigue cerrado y la circulación está claramente disminuida pese al incumplimiento de la cuarentena, no parece alentador. Y pese a que al delito haya mutado a entraderas y robo de automotores, además de los habituales “afanos” en la vía pública, la noche en el conurbano está vaciada de actividad, lo que naturalmente debería generar una disminución de hechos. Todo esto, contando con la vieja máxima de la seguridad en el conurbano: “cuánto más hechos delictivos se producen, menor es la cantidad de denuncias”, proporcionalmente hablando por supuesto.
Por otra parte, y tal como se plantean los intendentes, habría que cuestionar a Berni respecto a la conducción de la Policía Bonaerense. Las modificaciones en la fuerza, sea la creación de las denominadas “estaciones de policía” o los cambios de destino de decenas de efectivos, no generaron ningún efecto positivo. Los casos de abuso policial e incluso de gatillo fácil, han ido en crecimiento durante la cuarentena, lo que ha generado varias denuncias de organismos no gubernamentales, entre ellos la Correpi.
En este sentido, la desaparición de Facundo Astudillo Castro, no sólo es inaceptable para estos tiempos, sino que además pega en la línea de flotación ideológica de los sectores progresistas, de izquierda, y del kirchnerismo de paladar negro. De no esclarecerse, tarde o temprano se convertirá en una mancha difícil de borrar para el gobierno de Kicillof.
Increíblemente, y pese a este marco de circunstancias, la acción política de Berni prospera. La aceptación de su discurso y su accionar mediático, encuentra un terreno fecundo no sólo en las clases medias y acomodadas, sino también en los sectores postergados donde se convive en la espantosa dicotomía del exceso policial y la violencia de la marginalidad.
Para usar las palabras del Ministro, digamos que hasta ahora su “táctica” es efectiva, pero si la “estrategia” no tiene como resultado mejorar la seguridad de la Provincia y sólo responda a intereses personales, esa táctica se disolverá antes de lo imaginado, y los bonaerenses dejarán de quererlo.
Gracias por leer.