(Por Christian Skrilec)
El armado, la construcción de los espacios, la usualmente denominada ingeniería electoral, parece estar en manos de un grupo de japoneses extraviados que perdieron la brújula durante la Segunda Guerra. No exagero, como anticipáramos oportunamente, este nivel de incertidumbre, nunca se vio. Esta impronta de desaciertos e improvisaciones, no tiene registro ni en cronistas actuales ni en periodistas experimentados. Preocupante.
El aparente retorno de las listas colectoras, un pastiche que permite intercambiar boletas de un frente con otro, entre otras variedades contraproducentes, como las listas adherentes, que dan la posibilidad a aquellos que superen el uno y medio por ciento de los votos en una primaria distrital adherirse al cuerpo de boletas de un frente y dividir votos locales o seccionales según el caso. Un disparate que parecía superado y vuelve a tomar fuerza a partir de las necesidades de un oficialismo, que al menos, podríamos calificar de errático, aunque la tentación de utilizar la metáfora del perro en la cancha de bochas me supera.
Pero decir que este desorden es sólo un nuevo aporte del gobierno al desarreglo general es injusto. Le pido por favor que me siga en el siguiente razonamiento que hace días no puedo resolver. Desde que se anunció la fórmula Fernández-Fernández, Alberto y Cristina, infinidad de militantes, intendentes, gobernadores, periodistas y correveidiles no escatiman esfuerzos en elogiarla.
Parece ser que en la próxima etapa del país, el kirchnerismo-peronismo se peroniza un poco más y el hombre del diálogo y el nueva construcción con las banderas de Néstor, Perón, Evita, la marcha y otras verdades peronistas, es Alberto Fernández, quien no será un títere de Cristina ni un delegado del poder kirchnerista, sino un presidente autónomo que tomará sus propias decisiones.
Pero como todo el mundo sabe, Alberto no tiene un voto, los votos son de Cristina. Y por favor no se distraiga ahora: Si yo quiero votar a Cristina, que es la dueña de mi voto, tengo que votar la fórmula Fernández-Fernández, pero el presidente, el que gobierne, el que mande, no va a ser Cristina sino Alberto, alguien que yo no vote ni votaría sino lo hubiera dispuesto así Cristina. Si yo fuese un Kirchnerista duro, quisiera que me confirmasen que Alberto va a actuar según las consignas y designios de Cristina, caso contrario, no lo voto.
Mi colega, la periodista Macarena Ramírez, afirma que no entiendo lo que está pasando, que el kirchnerismo sabe que tiene que transformarse en otra cosa, que el país que viene será de consensos y que necesita de nuevos acuerdos para gobernar. Es posible, pero mi planteo de alerta temprana, es que en caso que Alberto se convierta en Presidente, Cristina en la líder del Senado y Axel Kicillof en gobernador de la Provincia; a los que hay que sumarles la impronta y las necesidades de los gobernadores y los intendentes del conurbano, los movimientos sociales y otros colectivos militantes, el coctel es de una inestabilidad manifiesta.
Sin un liderazgo claro el peronismo se inquieta, si los consensos se resquebrajan y se desata una pelea interna entre cualquiera de los vectores antes mencionados, el nivel de disputa estará al borde de derivar en una batalla interna que puede hacernos extrañar a Macri. Y digámoslo de una vez, hoy la única persona que puede extrañar a Macri si se ausenta, es su hija, la más chiquita.
Por último, la señal inequívoca de incertidumbre electoral que provoca el tironeo por Sergio Massa. Siempre recordando que hasta hace apenas una semana, el líder del Frente Renovador, era considerado por el peronismo-kirchnerismo como un traidor que rompió con Cristina y permitió con su actitud genuflexa que el gobierno de Cambiemos hiciera y deshiciera a gusto durante más de dos años. Mientras que para el oficialismo, Massa es un traidor y un “ventajita” que sólo defiende sus propios intereses.
Si ambos sectores, que detestan a Massa, buscan desesperadamente seducir a Sergio, es porque no hay encuesta que siquiera aproxime certezas, y que ninguno, ni el oficialismo ni la oposición, está seguro de cuál será la reacción final del electorado cuando se para ante las urnas en agosto, y mucho menos en octubre.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 934 del semanario “El Suburbano”.