Por Ezequiel Arauz (integrante de Tres Banderas y Frente Patria Grande)
El país que va a dejar Cambiemos en diciembre no va a ser simple. No será igual al de, por ejemplo, 2003. Los desafíos van a ser tan inmensos como las consecuencias. Por lo tanto, tenemos que plantear líneas de debate para la acción de gobierno. Aquí esbozaremos algunas.
Por tradición y convencimiento, por experiencia previa, en general desde nuestra mirada nacional y popular se habla de defender o poner como objetivo virtuoso el Pleno Empleo. Sin embargo, creemos que a veces cuando se lo menciona se trata más de una expresión de deseo que de un planteo concreto. El mercado laboral, y más en economías dependientes, no muestra signos de ir en esa dirección. No sin una intervención del Estado planificada a tal fin.
Es un hecho, sin embargo, que una buena parte de la población no tiene y no consigue empleo formal o incluso en “negro” porque no se crean las condiciones necesarias. No es una realidad únicamente argentina sino más bien global. Los avances tecnológicos, entre otras cosas, no siempre son acompañados de políticas públicas que generen trabajo, sino que, muchas veces generan población excedente, a la que el mercado siquiera se digna a incluir.
De allí surgió en nuestro país el concepto de Economía Popular que comprende a quienes se inventan su trabajo por fuera de las estructuras clásicas de empleo. Con medios de producción simples, con lo que hay a la mano. Sin inversión de capital previo. Muchas veces sin un patrón claro. Lejos de resultar una situación liberadora, se trata de quienes están en la escala más baja de la precarización laboral y social.
“En Quilmes hay más de 107 barrios sin luz, agua, ni luminarias” dijo hace poco el delegado de la Pastoral Social del Obispado de Quilmes en declaraciones radiales. Eso supone más del 40% de los habitantes del distrito. En tal escenario hay que pensar formas de desarrollo de nuestro distrito. Se requiere una intervención del Estado a nivel nacional y provincial, y por supuesto que el municipio también debe cumplir su rol.
Pero no solo para mejorar esas condiciones, para fortalecer los lazos sociales y la solidaridad sino porque además es ventajoso hacerlo desde lo económico. Vamos a desarrollar tres ejemplos claros para nuestro distrito, que pudieran ser más: la recolección de basura viene siendo un problema serio en Quilmes. En manos de privados no funcionaba bien y llegó a significar tres cuartas partes del presupuesto propio del municipio. Luego el intendente Gutiérrez lo remunicipalizó, pero el servicio posterior tampoco fue visto por los aportantes quilmeños como efectivo. El actual es un verdadero desastre.
Habitamos en grandes ciudades donde la basura que se produce es cada vez más. El municipio gasta por tonelada que manda a enterrar al CEAMSE (empresa privada que se queda con la parte del león de este negocio que es la basura). Un 30% de lo que se entierra puede reciclarse. Los movimientos populares han dado muestra de poder ser un actor central en el ahorro vía el reciclado. El gobierno de Molina desentendió sus propuestas al respecto.
Un municipio pensado de otra manera – que no ponga el mayor acento en la ganancia privada sino en el bienestar de los quilmeños – debe tener en cuenta esta cuestión. Hay experiencias relacionadas con el reciclado con inclusión en ciudades grandes, que así lo demuestran. Se trata de un trabajo que ya se realiza informalmente, pero que regulado y alentado desde el estado puede ser mejorado, ganando en utilidad.
Otro ejemplo es el de obra pública. El negocio de los sobreprecios en los emprendimientos públicos debe repensarse. Allí también hay varios ejemplos que las mismas casas, los mismos asfaltos, las mismas plazas pueden ser realizadas por cooperativas de los movimientos populares con mayor efectividad y a menor costo por unidad. Es cuestión de que el Estado asuma el rol que le toca y habilite al menos parte del mercado a una lógica de funcionamiento distinta.
Y luego, el Servicio Alimentario Escolar. El gobierno de Vidal – y el local acompañando – han dejado más del 80% del mercado (la comida de pibes y pibas) en manos de una sola empresa, que forma parte de su dispositivo de poder. Se trata de un negocio jugoso pero que no avanza en la creación de más puestos de trabajo en el distrito. De nuevo, la economía popular o cooperativa mediante la intervención del Estado puede ser una herramienta extraordinaria para encarar esa tarea.
Por supuesto, el Estado deberá cumplir no solo el rol dinamizador sino también el de contralor de esos servicios. Allí las universidades públicas pueden cumplir esa tarea y ayudar a mejorar los servicios. Se trata de contar con la voluntad política y advertir “nichos” posibles para crear empleo que va a ser el desafío de cualquier gobierno popular.
El desafío a partir de diciembre de este año es superar la etapa del asistencialismo. Sin pensar y planificar la economía poniéndola efectivamente al servicio de los sectores populares, no habrá gobierno inclusivo ni desarrollo sostenido posible.