(Por Christian Skrilec)
La sinceridad no es un atributo de la política, así que reclamarla se vuelve una tarea impropia. Pero en algún momento, cuando la tormenta sólo quede en la memoria de los más afectados y el calor del verano nos haga implorar por la lluvia, los políticos de la ciudad de Quilmes deberían tener una discusión honesta sobre cómo resolver el problema de las inundaciones y los anegamientos, que como siempre castigan más a los que menos tienen.
Ni el circo televisivo nacional con gusto a melodrama, ni las chicanas berretas en una sesión del Concejo Deliberante, ni los videos en redes sociales de oficialistas y opositores, van a solucionar el problema. Las tormentas fuertes, no más de media docena al año, desnudan una ciudad cuyas carencias estructurales son graves. Esa gravedad exige un abordaje diferente al de la política coyuntural, y cuesta creer que podamos tenerlo cuando lo único que se hace es transferir culpas y omitir la autocrítica, con la constante discursiva de subestimar a los vecinos.
Hay cosas ciertas que no se pueden dejar pasar, y haciendo estricta referencia a los anegamientos del fin de semana, digamos en favor del Intendente Martiniano Molina que al ritmo de la sintonía PRO, su gobierno tiene una impronta de obra pública estructural, que desde el retorno a la democracia sólo tuvieron las gestiones de Federico Scarabino y Sergio Villordo. Las obras de Villa Alcira, Villa Luján y La Ribera, alguna terminada y otra en curso, son una solución parcial a los problemas estructurales que mencionamos.
No obstante, también hay que decir que otras obras, como las de las Avenidas Mitre y Calchaquí, ambas en curso, aparentan tener serios problemas en los sistemas de desagües. Asimismo, el gobierno no acepta que el fracaso en los Servicios Públicos es contundente y trae consecuencias: las imágenes de vecinos en bermudas y remera tratado de destapar desagües en Quilmes Oeste, las zanjas obturadas y los montículos de basura en la periferia, y las bolsas de residuos y las botellas de plástico flotando en la avenidas céntricas, son una muestra irrefutable de la ineficacia en ese rubro.
Esto es lo de ayer, lo reciente y circunstancial, pero el problema es mucho más grave. Por eso la política tiene que sacar la cabeza de abajo del agua y darle oxígeno a la sinceridad: el Municipio de Quilmes no tiene la capacidad económica para resolver el problema. Depende de la voluntad de la provincia de Buenos Aires y del gobierno Nacional. Y además, si se encuentra la voluntad de cualquiera de esos gobiernos para financiar las obras de infraestructura necesarias, a veces tampoco alcanza.
Un ejemplo clásico del problema de las inundaciones en el distrito son los arroyos. Todos hablan de solucionarlo, sea en campaña o cuando les toca gobernar, nadie lo hace, y con el correr de los años la dificultad es cada vez más grande. Unos años atrás, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), estuvo a punto de destinar varios cientos de millones de dólares para resolver la situación de los arroyos en el distrito. La discusión entre la pretensión de entubarlo o canalizarlo dilato el crédito hasta su extinción. Esa discusión persiste en la política y en los políticos que hacen campaña con las necesidades de los vecinos.
La verdad es que los estudios técnicos efectuados oportunamente por ingenieros, explican que sólo unos tramos pueden entubarse mientras que la mayoría del recorrido debe canalizarse, pero también se afirmaba que para dar comienzo a la obra debían trasladarse al menos 800 familias que viven a la vera de los arroyos, y ese número era sólo para empezar la construcción. Semejante movimiento exige un trabajo y una planificación de meses y el desarrollo de la obra se traduce en años.
En esta ciudad no se planifica. Ni se priorizan obras, ni estrategias urbanas, ni se proyecta el futuro. Los intereses personales, los momentos políticos, las necesidades económicas, y la falta de sinceridad a la hora de hablar de una política de estado que sea consecuente con el correr de los años en temas esenciales, nos siguen dejando bajo el agua cuando llueve, y cada vez llueve más seguido.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 911 del semanario “El Suburbano”.