(Por Christian Skrilec)
Finalmente cambió. En esta misma página anticipamos que necesariamente el intendente Martiniano Molina se inclinaría hacia la política. No le quedaba otra, a un año de las elecciones la incertidumbre no pude ser moneda corriente en el gobierno, más cuando las calidades de la gestión son cuestionables en demasiados ámbitos.
Una de las oscuras virtudes de la política es enmascarar la realidad mientras se lleva adelante la gestión. Lo hace permanentemente el gobierno nacional prometiendo un país mejor con prosperidad y desarrollo mientras las medidas económicas desgastan a la mayoría. La nunca bien ponderada frase del ex presidente Menem: “Estamos mal pero vamos bien”, es un ejemplo. Militar esa idea es una de las formas de hacer política.
Molina se afirma en su discurso sobre el cemento de la obra pública, y si bien es cierto que el año 2017 fue record entre inauguraciones y pavimentos, ese empuje fue perdiendo fuerza al ritmo de la devaluación y la contingencia económica. Nadie puede asegurar con que pujanza se retomarán las obras en el 2019, pero lo que si puede aseverarse es que el gobierno necesita política para explotarlas electoralmente. La ponderación que hace de ellas el Intendente en los desfiles, la foto en la tapa de los diarios oficiales, y la distribución en redes sociales de videos filmados desde costosos drones no alcanza para juntar votos. Las obras hay que militarlas, las obras son política.
En este momento el gobierno avanza en una obra hidráulica de muy buenas expectativas vecinales en la ribera, concluyó otra similar en Villa Alcira, tiene pendiente la conclusión de la Avenida Mitre y la Avenida Belgrano, y sigue adelante con el Metrobus de Avenida Calchaquí. Seguramente cuanto todas estén terminadas y en funcionamiento, con el correr de los meses, los vecinos las elogien, mientras tanto el mal humor y el perjuicio que provocan su desarrollo se descarga contra el Intendente. Hay que hablar, explicar, convencer.
Si esto pasa con lo que se hace correctamente, o al menos se intenta hacer bien, imaginemos lo que ocurre con lo que se hace mal. El gobierno difunde simpáticamente que adquiere nuevos vehículos para Servicios Públicos y que tiene una flota record, qué otra cosa puede pensarse que el fracaso es aún más escandaloso de lo que se aprecia. Record de presupuesto, de vehículos, de personal, de horas extra, y a las dos de la tarde hay delegaciones vacías y calles sucias.
Estos ejemplos sirven para exhibir algo que el gobierno no hace: enmascarar los errores y potenciar los aciertos. A un año de la elección no hay tiempo para cambios estructurales o sustanciales, que a ojos vista son necesarios.
Pero si hay tiempo de cambiar actores y formas, y es lo que el Intendente confirmó en estos días. La ascensión de los que amagaron con construir el “molinismo” en las áreas decisorias de la gestión, puede dar respuesta la falta de política. Molina decidió rodearse con el presidente del Concejo Deliberante Juan Bernasconi, la secretaria de Desarrollo Social (y ahora a cargo de la secretaría de Gobierno) María Ángeles Sotolano, el concejal Guillermo Galetto, y el diputado provincial Guillermo Sánchez Sterli, entre otros. Todos ellos con vocación territorial y una impronta mucho más política que administrativa. Todos ellos saben, que hacer política no es exclusivamente salir a tocar el timbre. El resultado está abierto.
Lo que también está claro es que la gestión Molina ha sufrido demasiadas internas, y que esas internas sumadas a la inexperiencia, la desconfianza a la política, el desconocimiento de la administración pública y la escasa contrición al trabajo en demasiados casos, llevó al gobierno a reemplazar funcionarios equivocadamente. Esos errores se siguen pagando con los consecuentes desaciertos de ejecución.
En esta etapa, Molina cambia para seguir, porque la intención del Intendente es ser reelecto en el 2019, y como se sabe, el calendario electoral está en marcha. Su desafío es desactivar las internas, gobernar lo mejor posible, y hacer política de manera tal que el vecino quiera volver a votarlo. Duele fracasar por errores ajenos o circunstancias extrañas, pero más doloroso es perder por errores propios.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 908 del semanario “El Suburbano”.