Por Christian Skrilec
La crisis, rebautizada como turbulencia, ya superada según las voces más altas del gobierno, reafirmó una idea que los opositores quilmeños venían rumeando desde el verano: a Molina le va a costar la reelección.
En esta misma página citábamos los sondeos de opinión que muestran una caída en la imagen presidencial y de las expectativas de la gente respecto al gobierno, esa situación no sólo plantea nuevos desafíos para la gobernadora Vidal y para el intendente Molina, sino que también erosiona la base electoral del oficialismo. Con el mapa político que se dibuja en la actualidad, es presumible que Cambiemos en Quilmes quede muy lejos de aquel 44 por ciento de los votos que obtuvo en el 2015.
La oposición en conjunto en su sano juicio, considera que los desaciertos de la política nacional tienen un impacto negativo irreversible en la populosa periferia de la ciudad, y arrinconan económicamente a las capas medias. La lógica suele demostrar que una economía que beneficia a unos pocos sumada al descontento social, son un campo fértil para un cambio de gobierno.
A la situación general se adiciona la situación particular del distrito. La oposición sabe, y si no lo sabe lo sospecha, que contrastar un candidato con la imagen de Martiniano es una batalla perdida desde el punto de vista empático. Lo contrario ocurre con la gestión, donde pueden encontrarse varios flancos disponibles para enfrentarlo. La imagen del Intendente y la obra pública seguirán siendo los pilares de una futura campaña de Cambiemos en Quilmes.
Sin embargo, como decíamos, la gestión muestra algunas falencias constantes de cara al vecino y fácilmente observables. Vale recordar que el gobierno sufre de desequilibrios notorios, mientras brinda un muy buen servicio de emergencias y defensa civil, SAME, maquinaria y personal de por medio, no acierta en mostrar una mejoría en el área de seguridad. No será de extrañarse que la oposición haga campaña negativa con la basura, la limpieza, las luminarias, y otros servicios que son habituales reclamos vecinales.
Las falencias de gestión fortalecen a los opositores, incluso los que habitan en Cambiemos. El diputado Fernando Pérez permanece agazapado ante la posibilidad que le permitan participar en una interna para enfrentar a Molina, un caso similar es el de la abogada Mónica Frade, que a fuerza de denunciar supuestas falencias administrativas en la gestión de Martiniano y aparecer en la televisión, se entusiasma con una candidatura.
Pero la pelea final, en un distrito enclavado en la Tercera Sección, siempre es contra el peronismo. Y así como afirmamos que ese conjunto de problemas locales y nacionales abren un marco de incertidumbre sobre el futuro electoral de Cambiemos, también sabemos que la oposición peronista está lejos de alinearse y de consensuar un candidato. Mal podría hacerlo localmente cuando todavía no se sabe en que terminaran las infinitas conversaciones que se multiplican a nivel nacional, ¿unidad, dos listas, tres listas? La respuesta tardará en llegar.
Esa irresolución, esa falta de horizonte claro en la superestructura, no le permite a los referentes locales armarse. Los nombres que suenan no tienen sorpresa: Ángel García, Daniel Gurzi, Mayra Mendoza, Roberto Gaudio, Evangelina Ramírez, y hasta el propio ex intendente Francisco Gutiérrez podrían convertirse en el principal candidato de la oposición si se presentan determinadas circunstancias.
Los fantasmas de los viejos dirigentes y sus influencias, como el caso de los renovados “duahaldistas” Ángel Abasto y Eduardo Camaño, el “re-peronizado” Aníbal Fernández, los desencantados peronistas en Cambiemos como Federico Scarabino y Eduardo Schiavo, y hasta los experimentos irrisorios de Walter Di Giuseppe y el nunca bien ponderado Julio Nieto, todos, absolutamente todos quieren jugar si les prestan un rato la pelota.
Insistimos en repetir algunas ideas porque está claro que a muchos les cuesta aceptarlas: de la política nadie se retira, ningún político quiere dejar el poder, y la dinámica de la política nacional es tan cambiante que cualquier outsider puede terminar gobernando una ciudad o una provincia. Por favor omitamos ejemplos y excepciones.
Gracias por leer.