(Por Christian Skrilec) Finalmente el PRO consiguió lo que estaba buscando. Búsqueda que advertimos en una columna publicada meses atrás en este mismo semanario. Porque la idea de Mauricio y su caterva de asesores, es conseguir personajes reconocidos, que no provengan de la política, con alto nivel de conocimiento e imagen positiva. Martiniano Molina, cocinero famoso, figura publicitaria del queso untable y liviano, militante de las escuelas waldorf, y promotor de las huertas orgánicas, sin dudas reúne las condiciones para ser el candidato “amarillo” en uno de los distritos más complejos de la Argentina.
¿Queijeiro amarillo?
Fue el propio Mauricio, y cuando digo Mauricio es Macri, el que le había dado un espaldarazo a Walter Queijeiro allá por el 2012, pero Walter se fue con Massa, y eso le permitió ganar la elección del 2013 en Quilmes, encabezando la lista de concejales del Frente Renovador. Esto parece que ocurrió un siglo atrás. Hoy Queijeiro sigue atrapado en el Frente Renovador, que con las proyecciones actuales deberá penar por acceder a un par de bancas de concejales en las elecciones generales de octubre. Pese a las versiones de su salto al PRO, el inventor de la patada descendente sigue leal Frente Renovador junto a “massistas” de paladar negro como los intendentes Eseverri y de la Torre, esperando que la imposible interna opositora se concrete, o que un “baño de humildad” empape a Macri y a Massa y acuerden la candidatura de este último o de Francisco De Narváez a la gobernación de Buenos Aires. Hechos harto improbables por estas horas.
Pero Queijeiro aún sobrevive en la política local, por lo menos, veinte días más. Es que mientras algunos “amarillos” seducían, negociaban y acordaban la candidatura de Martiniano, otros “amarillos” intentaban convencer a Queijeiro que la hora de cambiar de monta había llegado, y que el PRO lo esperaba con los brazos abiertos. Y como aclaración para los descreídos de este tipo de maniobras, les informo que el PRO, como todos los sectores políticos, juega a dos, tres o cuatro puntas. Por supuesto, con el aval de Macri. Walter, el periodista deportivo que sueña con ser intendente, todavía sigue midiendo en las encuestas, e individualmente, pelea cabeza a cabeza con el intendente Gutiérrez, el candidato más fuerte del Frente para la Victoria, y al que ya derrotó en las pasadas elecciones. Estos no son datos para el descarte, ni para eliminar la posibilidad de que Queijeiro se pinte de amarillo.
Cocinando a la política
El año pasado, y después de una visita de la candidata a gobernadora María Eugenia Vidal a su casa, entrevisté a Martiniano Molina, y para colorear la nota le pregunté si seguía paseando en sulky por la ribera de Quilmes. Me contestó que no, porque cuando se enteró que habían votado una ordenanza prohibiendo la tracción a sangre en la ciudad, decidió llevar los caballos al campo. La respuesta me impresionó positivamente. En una ciudad donde las ordenanzas no se aplican o no se cumplen, el cocinero famoso se mostraba sumamente respetuoso y daba el ejemplo. Obviamente la ordenanza de la tracción a sangre no se aplicó ni se cumplió.
Pero eso va a cambiar, porque la política no es una huerta, y los dirigentes del PRO están lejos de la hermana Bernarda. Si le abrieron las puertas a Molina, fue por lo mismo que se las abrieron al modelo y ex conductor de TV Tomy Dunster: los referentes locales del PRO son impresentables. Los que son conocidos lo son por sus trapisondas, y los desconocidos por su falta de participación en los asuntos de la ciudad. Dicho sea de paso, las puertas del PRO se cerraron en la trompa de Tomy, y nadie tiene claro a donde irá a parar con su cara bonita. Igual suerte corre el vecinalista-PRO Darío “Nuncio” Miguel, que por más avionetas que pasaron repitiendo su nombre en altavoces y jodiéndole la siesta a los vecinos, no levantó en las encuestas.
En fin, la clase política de Quilmes está cocinada, y el chef Mauricio la hornea a fuego lento. Lo importante sería que Martiniano Molina no se termine quemando.
Gracias por leer.
Nota publicada en la contratapa de la edición 757 del semanario El Suburbano.