(Por Christian Skrilec)
Dos años de gobierno con fortalezas y debilidades. Molina arranca la segunda mitad de su mandato con el objetivo de conformar un gobierno con sello propio que lo lleve a la reelección en el 2019. El rol cada vez más preponderante de Tomás Molina y el distanciamiento definitivo de sus viejos aliados, son síntomas que la conformación del “molinismo” dejó de ser una ilusión para convertirse en un hecho. La incógnita es si este nuevo gobierno, o viejo gobierno con modificaciones, logrará los estándares necesarios para exhibirse ante la sociedad como una opción contundente más allá de los vaivenes nacionales y los avatares de la marca Cambiemos.
El balance de los dos primeros años de gestión es bastante elemental y difícilmente apelable. El primer punto a favor de la gestión Molina es el propio Martiniano, empático y con una imagen positiva envidiable para la gran mayoría de los jefes comunales, tiene una armadura ante las críticas que si bien no lo impermeabiliza frente a los vecinos, le da un margen mayor para equivocarse sin consecuencias. Obviamente que esa armadura se desgasta.
A ello debe sumársele la eficacia en la ejecución de la obra pública. Pavimentos, bacheo, y un notorio mejoramiento de las principales avenidas. El esquema de obras replica la impronta de Cambiemos en todos sus distritos y la política nacional al respecto, pero ello no invalida el mérito propio. Vale recordar que el período de mayor obra pública en el conurbano de este siglo (2005-2011), en Quilmes fue apenas aprovechado.
También desde lo positivo pueden contarse la permanencia de la política en el área de Cultura; una aceptable administración de la cuentas municipales; el mejoramiento en los controles de la nocturnidad, y así otra serie de aciertos de segunda y tercera línea. Este paquete, más la comparación con el pasado, le alcanzó a Molina para ganar por la mínima la elección intermedia e ilusionarse con la continuidad en medio de una sección electoral con ADN peronista.
En lo negativo pueden marcarse tres puntos de magnitud a ser resueltos con urgencia. En lo estrictamente ejecutivo, las áreas de seguridad y Girsu (recolección de residuos), no califican siquiera para el aplazo. El gobierno lo sabe y desde lo discursivo muestra la voluntad de modificar la situación, pero no da un solo paso en ese camino. Evidentemente quiere resolver, pero no puede o no sabe cómo hacerlo.
Si bien la inseguridad no ha empeorado en el último semestre, tampoco se ve el cambio y la política que se pregona desde la Provincia. Sustituciones permanentes de secretarios y de jefes policiales no ayudaron a encauzar el área. Vale recordar que en todas las encuestas previas a la elección, los vecinos marcaron la inseguridad como su mayor preocupación, y más de la mitad de los consultados opinaron que el gobierno municipal no hacía nada para combatirla.
Respecto al Girsu, no hay mucho que decir que no se rinda ante la evidencia, el servicio de recolección de residuos es malo, se presta irregularmente, con horarios impropios, la ciudad no está limpia, y todo esto cuesta una fortuna en personal con un festival de horas extras de por medio. La estatización del servicio por parte del ex intendente Gutiérrez fue la medida necesaria para sacar al Municipio de la extorsión económica de la empresa Covelia, pero en el servicio al vecino no tuvo un resultado positivo. Tampoco la crisis del Girsu justifica la endeblez del servicio público en general, ni la ineficacia redundante en la que cayeron las delegaciones.
El tercer punto a tomar en cuenta es la carencia absoluta de operadores políticos, no de política, porque la toma de decisiones y la manera de llevarlas adelante por parte del Intendente y los suyos son una forma de hacer política. Pero esta ausencia, la de operadores, no sólo le trajo y le traerá problemas con los opositores, sino también con los aliados, y en el frente interno de la coalición Cambiemos. Además, le quita peso provincial y seccional al Intendente, que más allá de su inexperiencia en el barro de la política, sufre un desgaste excesivo antes sus pares e integrantes de los gabinetes nacionales y provinciales, que todavía no tiene consecuencias, pero lo pone en un terreno de cuestionamientos innecesarios.
Gracias por leer.
Publicado en la edición Nro. 872 del semanario “El suburbano”.