(Por Christian Skrilec)
Mientras el presidente Macri, la gobernadora Vidal y el Intendente Molina derrochaban simpatía ante un público septuagenario pintado de amarillo, en la ciudad se sucedía una amenaza de bomba tras otra. En horas del mediodía teníamos un total de seis, a media tarde llegaban a nueve, distribuidas entre escuelas públicas y privadas del distrito. El número empieza a tomar volumen cuando se estima que alrededor de tres mil menores, con edades que oscilan entre los dos (si dos) y diecisiete años, tuvieron que abandonar sus establecimientos y salir a la calle.
La tentación es culpar a un adolescente travieso o falto de estudios para un examen, a un bromista enfermo, o a un militante mala leche. La verdad es que cualquiera de ellos pudo ser el responsable del llamado de amenazas, pero a esta altura de los acontecimientos, superadas las sesenta amenazas de bomba (si, 60) desde el reinicio de clases después de la vacaciones de invierno, la responsabilidad ya no es de el o los pelotudos que llaman, la responsabilidad es del estado en general y del municipio en particular.
La responsabilidad es del estado porque la Justicia no investiga, ni se ocupa ni se mueve por las amenazas. Ubica el tema dentro de sus preocupaciones menores, como los robos, los asesinatos, las violaciones y cualquier otro asunto que tenga que ver con la Ley Penal. Se diría que exagero sino fuera por el lamentable accionar que tienen los Tribunales Penales de Quilmes, con un índice de elevaciones a juicio y condenas digno de su desidia corporativa y su ineficiencia acuciante. Eso sí, la mayoría de los fiscales y jueces esperan con ansiedad la feria judicial del mes de enero para estrenar la biquini, mientras todavía se sacuden la nieva de las botas de esquí que usaron durante le feria de invierno.
La responsabilidad es del estado provincial porque a la bonaerense no la gobierna nadie. La lucha contra las mafias no le pasa ni raspando. Mantienen todos los vicios que supieron conseguir durante años de irregularidades manifiestas, acuerdos delictuales y corrupción oficializada. Tal vez, si los dejan hacer una razia al viejo estilo, los autorizan a pegar un par de cachetazos y amedrentar a algún púber (esto hicieron ayer por la tarde frente a la escuela 6 en Bernal centro), logren arrancarle una confesión falsa al primer adolescente que se asuste.
La responsabilidad es del Municipio, no la menor responsabilidad, sino la mayor de ellas. Porque no es posible que lo único que escuchemos frente al promedio escandaloso de más de una amenaza de bomba por cada día de clases en esta segunda mitad del año, es que están preocupados, sobrepasados y cansados por esta situación.
Insisto, la responsabilidad del estado municipal es la mayor de todas, porque ejerce el poder político sobre la ciudad. Porque hoy, durante ese acto insulso con los adultos mayores, el Intendente, su secretario de Gobierno, o su secretario de Seguridad, o algún correveidile que no sufra de vergüenza, debió decirle a la Gobernadora o a sus asesores, que en ese momento había media docena de amenazas de bomba en Quilmes, y que la policía bonaerense no se ocupa ni de investigarlas ni de combatirlas.
Lo mismo ocurre con la Justicia. Hay que levantar el teléfono y hablar con el Fiscal General, distraerlo de su torneo de Golf, y pedirle que instruya a los fiscales para que se ocupen de investigar los hechos. Un allanamiento, un susto al responsable, pueden ser suficientes para terminar con este circo. Y no digan que no llaman a la Justicia. Porque alguien del gobierno se ocupó de pedirle a los fiscales que cajonearan durante seis meses las denuncias contra al ahora “apartado” Jefe de la Policía Local.
El gobierno municipal no puede jugar más ni al distraído ni al socorrista. Molina y los suyos tienen que hacer valer su poder político y exigir al resto de los funcionarios del estado, sean policía, fiscales o jueces, que se pongan a trabajar por los vecinos.
Porque durante una de esas absurdas amenazas de bomba, un chico se va a perder, o lo que es peor, alguno se va a lastimar, o lo que es más trágico, va a tener un accidente fatal, y les puedo asegurar que la culpa no va a ser del bromista de turno ni de la maestra de plástica.
Gracias por leer.
Publicado en la edición Nro. 860 del semanario “El Suburbano”.