(Por Christian Skrilec)
Campaña rara. En estas PASO que apenas llegan a “pasito” se ve poco, más allá del aluvión de publicidad radio televisiva promocionando candidatos del chaco boreal en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Rara pero previsible, sin artilugios sorprendentes, sin furia militante, sin discursos prometedores, y fundamentalmente sin nuevos liderazgos que entusiasmen.
El oficialismo apenas sale de la estrategia del 2015 reforzándola con el hormigón armado y el pavimento de las obras, asusta con el pasado y vende futuro. El “cristinismo” por el contrario, invita a añorar el pasado y espanta al votante con un presente difícil y un futuro horrible. El “massimo” solo vende futuro, el pasado es malo y el presente es igual o peor. Los otros dos sectores con cierta potencia electoral tampoco sorprenden demasiado, la izquierda promueve un cambio copernicano a una sociedad tan conservadora como la de la edad media, y Randazzo, como era de esperarse, no tiene claro qué parte del pasado vender, qué parte del presente está mal, y qué futuro augurar, lo que explica racionalmente porque algunas encuestas lo dan en el quinto lugar de las preferencias.
Hay una diferencia importante en la campaña que como también predecíamos se nacionalizaría inevitablemente. Una diferencia que también sorprende por la actitud “cristinista”. Durán Barba mediante la elección para el oficialismo se establecería como una guerra de marcas, CAMBIEMOS versus PJ-FpV-FR-PC-FIT- o la que se te ocurra, una marca nueva prometedora y honesta, contra las viejas marcas o escuderías vetustas corruptas e ineficientes. Lo que nadie esperaba es que Cristina Kirchner prendiera fuego los boxes y diera la batalla en el terreno de las marcas. Así creó Unidad Ciudadana, un experimento al que se le saca la rispidez del discurso y que se limita a pedirle al votante que actúe en defensa propia.
Esto es interesante, porque tanto el oficialismo como la oposición K, omitieron que esas marcas, tanto CAMBIEMOS como Unidad Ciudadana, venden candidatos. Entonces el oficialismo, queda con la cara desapasionada e insulsa de Esteban Bullrich, que en vez de ser el orador de la “revolución de la alegría” parece el locutor de un velorio. Por la otra parte, Unidad Ciudadana y su estrategia vecinalista, se quedan sin su mayor aporte, que es la cara de Cristina. Si bien es cierto que la figura de la expresidenta genera limitaciones a la hora de recuperar votos, o seducir a votantes no peronistas o no “kirchneristas”, es el alma y el factótum de la nueva marca que quieren imponer, sin Cristina Unidad Ciudadana es un globo que se desinfla sin siquiera hacer ruido.
La ventaja de CAMBIEMOS en esta pelea marketinera, es que puede exponer la figura de la gobernadora María Eugenia Vidal, y en un distrito como Quilmes puede agregar la imagen de Martiniano Molina, en Lanús la gestión de Grindetti, o en 3 de Febrero reforzar tanto con la gestión y con la imagen de Diego Valenzuela. Pero después, en grandes distritos como Mar del Plata o La Plata, donde las gestiones de Arroyo y Garro respectivamente rozan el espanto, ¿alcanza con Vidal? En lugares así la Gobernadora no sólo tiene que darle una transfusión de empatía y contenidos a Bullrich, sino también distraer a la opinión pública de la foto en la boleta de diputados donde aparece el triunvirato Ocaña-Montenegro-Flores (foto que no junta votos ni en una sociedad de fomento), y además esconder a los intendentes.
No obstante Vidal sigue siendo una ventaja. Unidad Ciudadana sin Cristina, es casi un presagio de impotencia. No hay a quién mostrar, el ensayo de la candidatura a primer candidata a diputada nacional de Fernanda Vallejos es de una precariedad obscena. Otras figuras como Fernando Spinoza o Daniel Scioli sufren una degradación política preocupante. Ni que hablar si uno revuelve en las listas seccionales, donde algunos nombres son francamente impresentables.
Quizás en estas estrategias temporales y de similitud, es donde Massa todavía mantiene la esperanza de esquivar la tan temida polarización, que podría disminuirlo hasta ponerlo en la ruta de la extinción. Pero a no olvidarse, hay dos elecciones, una en agosto y otra en octubre, y los más de dos meses que las separan son un camino inimaginable.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Nro. 853 del semanario “El Suburbano”.